1. Lectura
Bíblica: Salmo 103; Mateo 9.27-29;
Marcos 1.41
2. Meditación familiar:
Por Charles Stanley con aportes de Fernando Alexis Jiménez
N
|
o puedo negar, era un empresario relativamente joven,
brillante y entusiasta. Y digo que no puedo negarlo porque cuando hablamos,
parecía un anciano. Sendas arrugas surcaban su rostro y el andar, algo cansado,
revelaba a un hombre que sobre sus hombros llevaba una pesada carga.
La
causa de su situación era la falta de perdón. Odiaba a su padre. No podía
siquiera recordar su nombre porque la piel se erizaba. “Era un bebedor, problemática, humillaba a mi madre. Realmente lo odio”,
dijo. Y grave: su padre había muerto cuatro años atrás.
Pero lo
que más dolor le causó, fue el tener que aceptar que—muy a su manera—su padre
lo había amado. Jamás les faltó nada y fue el viejo quien, haciendo esfuerzos,
le dio estudio. Ahora, además de profesional, era directivo empresarial gracias
a que su padre le acompañó siempre, proveyéndole.
¿Ha
pensado alguna vez que para nosotros, al hablar de ser bendecidos no imaginamos
otra cosa que prosperidad económica. Y muchos de quienes no la reciben, se
quejan de Dios. La imagen que tienen es de un padre terrenal, y no del Padre
celestial, que no solo es perfecto, nos ama, sino que además: siempre nos
bendice.
Al
respecto, el reverendo Charles Stanley, escribe: “Normalmente pensamos en la
bondad de Dios en términos de las bendiciones tangibles que recibimos,
y de los sucesos placenteros. Aunque
todas estos son expresiones de la bondad divina, no debemos interpretar el amor
de Dios solamente por cómo Él lo demuestra en circunstancias positivas.
Muchas
veces experimentamos su bondad en nuestras horas más oscuras cuando se revela
como bueno de maneras que solo Él puede hacerlo, como leemos en las Escrituras:
“Cada vez él me dijo: «Mi gracia es todo lo que
necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad». Así que
ahora me alegra jactarme de mis debilidades, para que el poder de Cristo pueda
actuar a través de mí.”(2 Corintios 12:9. Nueva Traducción Viviente)
Una forma de expresarnos su bondad es por medio su -la
tierna compasión.
En la Biblia, la misericordia suele
mencionarse en el contexto de la preocupación de Dios por los que sufren y
tienen algún tipo de necesidad. Constantemente vemos a Jesús lleno de compasión
y ministrando, gracias a esta misericordia (Marcos 1.41). Él sanó a muchos que
clamaban a Dios por misericordia, porque reconocían su necesidad (Mateo 9.27-29).
Recordemos
que no fue ningún santurrón fariseo el que fue bendecido, sino el publicano
pecador que comprendía que no merecía el favor de Dios, y que imploró
misericordia (Lc 18.9-14). En respuesta a nuestra angustia, Dios nos ofrece
alivio, no porque nos lo hayamos ganado, sino porque Él es bueno. Tengamos
también en cuenta que, gracias a los méritos y el sacrificio de Cristo, todos
los que confían en Él como su Salvador, tienen un gran valor a los ojos de Dios
(2 Corintios 5.21).
Otra
expresión de la bondad de nuestro Padre celestial es su gracia. Un Dios justo no puede
pasar por alto el pecado, pero por su bondad y amor infinitos Él decidió pagar
el castigo por nosotros. Tenemos acceso
a la gracia de Dios solo por medio de la sangre de su Hijo Jesucristo. Debemos
recordarnos a nosotros mismos cada día la extraordinaria bondad del Padre para
con nosotros, y darle gracias por ello.”
3. Oración familiar:
“Amado Padre celestial, te damos gracias porque diariamente nos bendices como familia. No pasa un día sin que nos hayas dado algo: salud, provisión, amor, vida. Reconocemos amado Padre celestial que en ocasiones somos negligentes. Juzgamos todo a partir de lo que esperamos, y no de lo que es real: tu provisión. Gracias amado Dios. Entregamos en tus manos el día de hoy. Amén”
hola les visito nuevamente, sean muy bendecidos.
ResponderEliminarMi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com