El propósito de Dios es que experimentemos una vida plena |
1. Lectura Bíblica: 1 Pedro 3:10
2. Meditación familiar:
Solo cuando llegó a viejo, a
las puertas de partir a la eternidad pero con la indeclinable decisión de
seguir leyendo hasta que pudiera ver, Raúl pudo decirme una tarde --en su
melancólica y solitaria habitación, en Santiago de Cali--, que había alcanzado
madurez personal y espiritual.
--Ahora sí creo que puedo
irme—dijo--. He aprendido a llevarme bien con Dios y con quienes me
rodean—y acto seguido me mostró las fotografías recién tomadas de sus hijos
y de sus nietos--: Por ejemplo, ya no peleo con ellos –los señaló en la
gráfica—y con éste, el más pequeño de todos ¿lo ve?, he aprendido a
comunicarme porque no niego que hasta hace un tiempo me impacientaban los niños--.
Fue una conversación rápida,
azarosa, de esas que jamás deseamos tener porque nos embarga la íntima
convicción de que aquellas pueden ser las últimas palabras que cruzamos con
nuestro interlocutor. Y así fue. Un mes y una semana después, Raúl inició ese viaje
largo, tranquilo y eterno que algún día emprenderemos usted y yo.
Y aunque lamenté no haber
estado en sus últimos momentos, o al menos durante las exequias, me invade la
tranquilidad de saber que Raúl llegó a ese estado de equilibrio en el que
encontramos sentido a la existencia...
Alcanzar la plenitud en la
vida ha sido por años una de las preocupaciones de todo ser humano. Es una
inquietud que asalta a quienes están cansados de tener tropiezos con todo el
mundo, de mantener unas relaciones deterioradas con su prójimo, y de enfrentar
un vacío espiritual que nada puede colmar.
Esta es quizá su situación.
Por momentos desearía salir caminando sin rumbo fijo. Siente que las cosas no
funcionan bien. El matrimonio es un caos, su lugar de trabajo un infierno, pero
lo más alarmante: usted experimenta un desasosiego permanente. No le permite
vivir en paz.
¿Cuántas veces ha añorado
despertar una mañana y llenarse de alegría con el sol que golpea su ventana, de
entusiasmo con el saludo amable de quienes le rodean, y de optimismo con el
buen desarrollo de sus actividades cotidianas?
¿Se da cuenta que se trata de
una aspiración válida? Nos asiste a todos los seres humanos... El apóstol
Pedro, tras revisar los textos antiguos acudió a unos cuantos versículos de los
Salmos y plasmó su respuesta en la primera carta que dirige a los creyentes de
Asia y regiones vecinas. El plantea: “En efecto,
"el que quiera amar la vida y pasar días felices, guarde su lengua del mal
y sus labios de proferir engaños.”(1 Pedro 3.10.
Nueva Versión Internacional).
La perspectiva que tiene es
clara: se requiere de cambiar nuestras actitudes en las relaciones que
mantenemos con el prójimo. Y el primer paso es desechar la maldad y la mentira.
Esas dos inclinaciones son sumamente perjudiciales, pero a la vez, muy sutiles
para tomar fuerza en nuestro comportamiento.
Al respecto es importante que
revisemos hasta qué punto engañar y diseminar maldad se han constituido en hábitos
que incorporamos a nuestro diario vivir. Con ayuda de Dios—en sus fuerzas y no
en las nuestras—es necesario vencer esa inclinación. Él nos ayuda a cambiar y
crecer, y emprender una nueva vida.
Que no termine este día sin
que haya tomado la decisión más importancia de su existencia: recibir a
Jesucristo como el Señor y Salvador de su vida.
3. Oración familiar:
“Amado Padre celestial, hoy quiero darte gracias por la oportunidad que me ofreces de disfrutar este nuevo día. Pido que me enseñes a sacar provecho de cada segundo, comprender que los instantes son irrepetibles y que debo vivirlos a plenitud conforma Tú voluntad. Toma control de nuestra vida y permítenos caminar conforme Tú quieres que caminemos como familia. Sometemos en tus manos el día de hoy. Amén”
©
Fernando Alexis Jiménez
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