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Hemos creído en un Dios de milagros


1. Lectura Bíblica: Mateo 8:12-16

2. Meditación familiar:

--El Señor Jesucristo me sano. El Señor Jesucristo me sanó—repetía una y otra vez desde el púlpito, testimoniando en la congregación, atestada de creyentes en aquél culto dominical.
            Relató de qué manera, tras veinte días en la unidad de cuidados intensivos de una clínica, después de sufrir un derrame cerebral, reaccionó pese a que los médicos consideraban imposible su recuperación.
            El incidente—decían—había provocado muchos daños y lo más probable era que no volviera a reaccionar. Difícilmente podría recuperarse del estado de coma.
            Pero la mujer estaba allí, ante muchos creyentes que expresaban alborozo por el milagro.
            Después dio paso a su esposo. Él  junto con varias personas pasó tiempo en oración delante del Señor Jesús. Era uno de los más convencidos de que su esposa no moriría ni tampoco de que quedaría paralizada para siempre.
            El programa televisado en mi amado país, Colombia, fue ilustrado con otros testimonios de sanidad. “Cuando Jesús el Hijo de Dios llega a alguien, jamás vuelve a ser la misma persona y, si está enferma, será sanada”, aseguraba el pastor con la Biblia abierta.
Los milagros son posibles hoy
Me despierta tristeza escuchar a muchos que, llamándose siervos y seguidores de Jesucristo, se atreven a asegurar que el tiempo de los milagros ya pasó y que sólo constituyó un período de la etapa apostólica para confirmar el Evangelio en los primeros años del cristianismo.
            Hacer tal aseveración es desconfiar del Dios de poder en el que hemos creído. La Biblia nos enseña, por el contrario, que cuando Cristo llega a la vida de alguien, se produce en su ser una transformación física y espiritual que lo hace distinto.
            Un relato que grafica este principio lo hallamos en el Evangelio de Mateo, capitulo 8, versículos del 14 al 16.  En el pasaje aprendemos que:
1. La enfermedad y los problemas ocurren
Los médicos también se enferman. Incluso los más reconocidos especialistas, llega el momento en que enfrentan una dolencia, cualquiera que sea. La ciencia no tiene todas las respuestas. No podemos desconocer que ha logrado avances de mucha significación, pero aún así, enfrenta serias limitaciones.
La suegra de la esposa de uno de los discípulos del Señor es un vivo testimonio de esta enseñanza. Leemos que “Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. (12).
            Usted puede tener todo el dinero del mundo, la posición social que otros envidian o el conocimiento académico que muchos desearían. No obstante, frente a alguna crisis o enfermedad, es probable que haya pensado que llegó al límite de sus fuerzas y que el camino llegó a su fin.
2.- Permítale a Jesús que obre
Tras reconocer la imposibilidad de ser sanos o resolver la dificultad por nuestras fuerzas, es importante que abramos espacio al mover de Jesucristo, como enseña el Evangelio: “Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía” (v.13).
            Basta que se rinda a Jesucristo. Él hará lo que es literalmente imposible para el hombre. Con su poder infinito sanará los miembros enfermos o traerá sanidad al alma herida. Pero insisto: es esencial que le permita moverse en su ser. De lo contrario, seguirá abatido por las dificultades físicas y espirituales, sin esperanza alguna.
3.- Ante el poder de Jesús nada ni nadie se resisten
El apasionante relato de Mateo prosigue explicando que: “Y cuando llegó la noche, trajeron a él a muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos”(v. 16).
            Jesucristo puede hacer lo que la ciencia y el hombre consideran imposible. Ante su infinito poder nada ni nadie se resisten. Todo es posible para Él.
            Probablemente usted llegó a nuestra Página en momentos de extrema tristeza y desesperanza, cuando creía que no había forma de encontrar solución. Pero le tenemos buenas noticias: hay esperanza. Está en Jesucristo. Él puede sanarlo hoy.
            Le sugerimos que vuelva su mirada a Él en oración. Pídale bajo el convencimiento de que puede y quiere hacer un milagro en su existencia. No se desanime ni de crédito a las voces derrotistas de quienes le rodean.  Tenga el convencimiento de que la respuesta vendrá desde el mundo espiritual al mundo físico.

3. Oración familiar:

“Amado Padre celestial, te damos gracias porque no solo provees para nuestras necesidades sino que, además, obras milagros en nuestras vidas. Oramos delante de Tú presencia para pedirte nos ayudes a crecer en la fe. Estamos convencidos que, con Tú poder, diariamente veremos milagros en la vida de nuestra familia, pero también en otras personas. En tus manos entregamos este día. Amén”

© Fernando Alexis Jiménez


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