Las pruebas pueden convertirse en instrumentos para crecer |
1. Lectura
Bíblica: 1
Reyes 19:4-6; Salmo 23:6
2. Meditación
familiar
“No encuentro salida al laberinto”, me escribió desesperado un
empresario desde Guatemala. Las cosas iban de mal en peor. Su hijo adolescente
era drogadicto, su esposa amenazaba con el divorcio, estaba endeudado y sus
amigos le daban la espalda en el peor de los momentos. El hombre temía que algo
malo pudiera ocurrirle.
En medio de su
desespero, Elías creyó al igual que este hombre de negocios centroamericano,
que se encontraba en un callejón sin salida. Y emprendió una larga caminata de
150 kilómetros. Entregó al siervo a sus familiares y decidió que era hora de
morir. Dice el texto: “Se fue a Beerseba,
una ciudad de Judá, y dejó allí a su sirviente. Luego siguió solo todo el día hasta
llegar al desierto. Se sentó bajo un solitario árbol de retama y pidió morirse:
«Basta ya, Señor; quítame la vida, porque no soy mejor
que mis antepasados que ya murieron». Entonces se acostó y durmió debajo del
árbol. Mientras dormía, un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate y come!». Elías miró a su
alrededor, y cerca de su cabeza había un poco de pan horneado sobre piedras
calientes y un jarro de agua. Así que comió y bebió, y volvió a acostarse.”(1
Reyes 19: 3-6. Nueva Traducción Viviente)
Probablemente usted se
identifica con Elías. ¿Qué haría usted si un subalterno decide dejar el cargo
abandonado y sale huyendo? Es más, ¿qué pensar si ese empleado se queja de
usted como empleador? ¡Dios santo, por favor no me responda! Pero lo más
sorprendente aquí es que Dios le dejó desahogarse. ¡No se enojó, simplemente lo
escuchó!
Ese es el Dios en el que
usted y yo hemos creído, un Dios comprensivo, amoroso y lleno de misericordia.
No solamente tuvo
misericordia de Elías sino que le alimentó en el desierto. Nuestro amado Padre
celestial marca la diferencia en nuestra existencia porque tiene cuidado de los
más mínimos detalles en nuestra existencia. Él se preocupa, como Padre, de que
estemos bien.
Cabe aquí recordar lo que escribe el salmista David: “Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable
me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor
viviré por siempre.”(Salmo 23:6. NTV)
A pesar de que creemos
que estamos solos, el Señor está a nuestro lado. Estuvo con Elías en el
desierto y, sin duda, está con usted ahora, en este instante.
Las circunstancias nos
ciegan e impiden que veamos la realidad, pero si algo debemos hacer cuando
sentimos que las fuerzas nos abandonan y que no seguiremos adelante, que vamos
a tirar la toalla, es pensar siquiera en desprendernos de la mano de Dios. ¡Ni
pensarlo! Lo que, en cambio debemos hacer, es afianzarnos en la mano del Padre
celestial.
Nuestros problemas
tienen solución cuando dependemos enteramente de Dios. Él viene a nuestro
pronto auxilio en los períodos de tribulación.
A propósito, ¿Ya recibió
a Jesucristo como su Señor y Salvador? Hoy es el día oportuno para que le abra
las puertas de su corazón. Puedo asegurarle que no se arrepentirá, porque de la
mano de Jesús emprenderá el maravilloso camino de crecimiento personal y
espiritual.
3. Oración familiar
“Amado
Padre celestial comprendemos como familia que hay momentos en los que las
dificultades nos desesperan y pareciéramos estar solos. Perdónanos la falta de
fe, cuando hemos buscado otras soluciones y no en ti, que nos guías, fortaleces
y aseguras la victoria en todos los caminos. Gracias por ser Dios en nuestro
hogar. Quédate con nosotros siempre. Amén”
©
Fernando Alexis Jiménez
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