Dios rompe las maldiciones que pesan sobre la familia |
1. Lectura Bíblica: Levítico 26:1, 14-17
2. Meditación familiar:
No se imagina cuántas
personas escriben diariamente pidiendo oración por sus vidas y liberación de
maldiciones sobre su salud, economía y espiritualidad. Son infinidad. ¿La
razón? Esas personas abrieron—de manera voluntaria o involuntaria—puertas a las
maldiciones y sus consecuencias trascienden la distancia, el tiempo y la
ubicación.
Aun cuando usted se vaya
a vivir a otra ciudad, tenga otro trabajo o incluso, tenga a disposición los
mejores médicos especialistas, las consecuencias producto de haber sido
maldecido por obrar contrario a la voluntad de Dios, persistirán.
Por favor, no me
malentienda: Nuestro Padre celestial no es un Dios empecinado en “pillarlo” cometiendo errores para
castigarlo. Definitivamente no. Sin embargo, si anhelamos recibir de Él
bendiciones en todas las áreas de nuestra existencia, lo mínimo que le debemos
es fidelidad, y esta lealtad ase expresa en el cumplimiento de sus mandatos.
Dios enseñó a Su pueblo
Israel y también a nosotros hoy: “No se hagan ídolos, ni levanten en su tierra imágenes
talladas ni columnas sagradas ni piedras esculpidas para rendirles culto. Yo
soy el Señor su Dios…Sin embargo, si no me escuchan ni
obedecen todos estos mandatos, y si rompen mi pacto al rechazar mis
decretos, al tratar mis ordenanzas con desprecio y al rehusar obedecer mis
mandatos, yo los
castigaré. Traeré sobre ustedes terrores repentinos: enfermedades debilitantes
y altas fiebres que harán que sus ojos fallen y que su vida se consuma poco a
poco. Sembrarán sus cosechas en vano porque sus enemigos se las comerán. Me volveré contra ustedes,
y sus enemigos los derrotarán. Aquellos quienes los odian los gobernarán, y
ustedes huirán, ¡aun cuando nadie los esté persiguiendo”(Levítico
26:1, 14-17. Nueva Traducción Viviente)
Una mujer vino en
procura de orientación y oración. Padecía diversas dolencias, a las que los
médicos no encontraban explicación, al tiempo que su economía iba en picada. “Todo cuanto emprendemos termina en derrota”,
se lamentó.
Al revisar su vida
reconoció que, en su juventud, iba donde brujas que le adivinaran el futuro y
le recomendaran riegos para la prosperidad. En esas prácticas invirtió mucho
dinero, el mismo que ahora le estaba haciendo falta.
Sólo cuando admitió delante del Señor su pecado al abrir puertas al
ocultismo, renunciar voluntariamente a esas actividades y cerrar puertas, pudo
recibir sanidad y emprender un camino firme hacia la bendición. Encontró que en
Jesucristo sí hay prosperidad auténtica y no la que ofrecen el adversario
espiritual, Satanás y todas sus huestes.
3. Oración familiar:
© Fernando Alexis Jiménez
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