Cerrar nuestro corazón a la voz de Dios es la peor decisión que podemos tomar |
2. Meditación familiar:
Por Charles Stanley con aportes de Fernando
Alexis Jiménez
Recuerdo
cierto viaje misionero que realicé, recién comenzaba la carrera teológica en el
Seminario de la Alianza. Habíamos zarpado de Buenaventura, hermoso puerto del
occidente colombiano. El cielo despejado y tachonado de estrellas de pronto se
puso gris y se desencadenó una fuerte tempestad. El barco se movía a todos
lados.
--¿Qué se hará ahora? Literalmente no se ve nada--, le dije al
capitán.
--Tranquilo—me respondió--. Estamos
comunicados con la Capitanía del Puerto y ellos nos guían. Si llegaran a fallar
los equipos de navegación, para eso está la comunicación por radio--.
La comunicación, he ahí la clave. Igual en la vida diaria. A nivel
personal pero también familiar, debemos mantener una estrecha comunicación con
Dios. ¿De qué manera lo hacemos? Al orar o celebrar el altar familiar. Esto nos
garantiza que al tomar decisiones, guiados por Dios, tales determinaciones
serán acertadas. El problema está cuando dejamos de escuchar a Dios, lo que
generalmente se produce cuando dejamos de orar.
Permítame citar aquí unas palabras
del autor y conferencista internacional, Charles Stanley: “Cuando dejamos de
escuchar a Dios, prestamos atención a las voces equivocadas, somos víctimas del
engaño, y nos negamos a someternos al Señor. Estos tres resultados negativos
son evidentes en la decisión de Adán y Eva de comer del árbol prohibido. ¿Qué
otras consecuencias resultan de cerrar nuestros oídos a Dios?
Primero, tomaremos decisiones basadas
en su atractivo. Para tentar a Adán y Eva
a desobedecer, el diablo alteró las palabras de Dios y usó indebidamente los
deseos legítimos que el Señor había dado a la pareja. Tenemos el Espíritu Santo
para enseñarnos cómo mantener bajo control nuestros deseos.
Segundo, justificaremos nuestra
transgresión y culparemos a otros. Adán acusó a Eva, y ésta a la
serpiente. Satanás puede tentarnos, pero la responsabilidad es nuestra si
accedemos a pecar.
Tercero, experimentaremos la
disciplina de Dios, y otros sufrirán cuando desobedezcamos. El primer
hombre y la primera mujer fueron echados de la presencia de Dios, y sus vidas
se volvieron mucho más difíciles. El pecado entró en su familia, y llevó a la
discordia y a la muerte de su hijo, Abel, quien fue asesinado por su hermano
Caín. Por la decisión de Adán y Eva el pecado entró en el mundo, y vive en
nosotros (Ro 5.12).
Cuarto, desaprovecharemos lo mejor de
Dios. Los primeros seres humanos perdieron tanto el esplendor del Edén como la
comunión con el Señor. El pecado nos separa del compañerismo con el Padre.
Cerrar
los oídos a la voz de Dios puede suceder en un segundo. Por tanto, protéjase.
Dispóngase a escuchar lo auténtico: escuchar, recordar y obedecer a Dios.
Si
hoy decide entrar en comunión con Dios, tome la mejor decisión de su vida.
Reciba a Jesús como Señor y Salvador. Le aseguro que emprenderá el maravilloso
camino de crecimiento personal y espiritual que tanto anhela.
Si
tiene alguna inquietud, le invito para que nos escriba a webestudiosbiblicos@gmail.com o
nos llame al (0057) 317-4913705
3. Oración familiar:
“Amado Dios, reconocemos en Tú
presencia que al dejarnos de comunicar a través de la oración, las cosas no
vuelven a ser igual. Comprendemos que la comunicación contigo es esencial, y
que una familia que ora unida, permanece unida. Hoy reconocemos nuestra necesidad
de ti y te pedimos que reines en nuestro hogar, no solo hoy sino siempre. Amén”
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