Como familia debemos rendir todas las preocupaciones a Dios |
1. Lectura Bíblica: Jeremías 17:5-8
2. Meditación familiar:
Imagine por un instante
que todo a su alrededor está prosperando cuando inesperadamente los problemas
tocan a su puerta. Usted no los llamó, pero llegaron. No uno, sino varios. ¡Ya
lo pensó? Pues eso mismo es lo que experimentó el rey Ezequías, uno de los que
marcó la historia de Judá.
Las
Escrituras nos relatan que el rey Ezequías fue un hombre recto, seguidor de
Dios, fiel a los mandamientos, erradicó los lugares altos de Judá y derribó los
ídolos a los que rendían tributo (2 Reyes 18:1-7).
No obstante
fue amenazado por el rey de Asiria, Senaquerib. Los hechos ocurrieron en el año
730 a.C. El enemigo cercó las 46 principales ciudades del reino y amenazó con
tomarse Jerusalén. Les ofreció que si se rendían, les conservaba la vida. Ante
esta situación, el rey Ezequías cometió dos errores: el primero, le entregó
todos los tesoros del Templo de Jerusalén, y el segundo, acudió al reino de
Egipto en procura de ayuda para enfrentar el enemigo.
Su carrera
contra la adversidad, como suele ocurrirnos a la mayoría de nosotros que
primero buscamos ayuda fuera y sólo cuando las cosas fallas nos volvemos a
Dios, le llevó a reconocer que se encontraba en un callejón sin salida. Y llevó
la crisis, en la que estaba inmerso, en manos del Señor.
¿Le ha
ocurrido? Sin duda. Muchos de nosotros cometemos el error de buscar salidas al
laberinto en personas o elementos, antes que en Dios. Al respecto, nuestro
amado Hacedor advirtió: “Esto dice el Señor: «Malditos son los que ponen su confianza en simples
seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del Señor. Son como los arbustos raquíticos del desierto, sin
esperanza para el futuro. Vivirán en lugares desolados, en tierra despoblada y
salada. »Pero benditos son los que confían en el Señor y
han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza. Son
como árboles plantados junto a la ribera de un río con raíces que se hunden en
las aguas. A esos árboles no les afecta el calor ni temen los largos meses de
sequía. Sus hojas están siempre verdes y nunca dejan de producir
fruto”(Jeremías 17:5-8. NTV)
Antes que
sigamos profundizando en las Escrituras respecto a la necesidad de someter
nuestras crisis en manos de Dios, en oración, le invito a tomar la mejor
decisión: volver su mirada al Creador quien hace posible lo imposible.
Recuerde que
hasta el momento hemos estudiando las Escrituras y nos enseñan que si clamamos
a Dios, Él responderá con poder (Jeremías 33:3)
En el rey
Ezequías, quien cometió inicialmente dos errores, encontramos una enseñanza de
suma importancia: Las crisis debemos someterlas en manos de nuestro amado Padre
celestial. Fue lo que Él hizo: “Cuando el rey
Ezequías oyó el informe, rasgó su ropa, se vistió de tela áspera y entró al
templo del Señor. Enseguida envió a Eliaquim,
administrador del palacio; a Sebna, secretario de la corte; y a los principales
sacerdotes, todos vestidos de tela áspera, a hablar con el profeta Isaías, hijo
de Amoz. Ellos le dijeron: «El rey Ezequías dice: “Hoy es un día de dificultad,
insulto y deshonra. Es como cuando un niño está a punto de nacer, pero la madre
no tiene fuerzas para dar a luz. Tal vez el Señor tu Dios
haya oído al jefe del Estado Mayor asirio, que fue enviado por el rey
para desafiar al Dios viviente, y lo castigue por sus palabras. ¡Te rogamos que
ores por los que hemos quedado!”».”(2 Reyes 19:1- 4. NTV)
Este monarca,
uno de los mejores que tuvo Judá en toda su historia, se volvió a Dios. Hizo lo
apropiado; nos enseñó lo que debemos hacer cuando la situación se torna
compleja en nuestra existencia y en las circunstancias que nos rodean.
Buscar a
Dios, esa es la salida. Forma parte de los aspectos esenciales que debemos
asumir en la Escuela de Oración en la que estamos inscritos, de cara a elevar
nuestro nivel de intimidad con el Señor y de elevar nuestra espiritualidad.
© Fernando Alexis
Jiménez
3. Oración familiar:
“Amado
Padre celestial, como familia anhelamos cada día cambiar y crecer. Es algo que
podremos hacer si tú nos ayudas. Rendimos todo nuestro ser en tus manos y
pedimos que nos permitas identificar en qué estamos fallando y qué debemos
modificar en nuestra forma de pensar y de actuar. Entregamos en tus manos lo
que vamos a hacer hoy. Amén”
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