Dios desea que lo conozcamos como Padre y como Aquél que sana nuestras heridas |
1. Lectura Bíblica: Éxodo 3.14; Romanos 8:5-16; 1 Juan 4:8
2. Meditación familiar:
El periodista le
preguntó a la niña de tres años el nombre de su padre. Ella miró desconcertada,
tomó fuertemente la mano de su padre y entonces respondió suavemente: –Papi.--. Su padre, un general de cinco
estrellas del ejército, altamente condecorado y un hombre muy influyente, le
sonrió tiernamente a su hija después de escuchar su respuesta.
En su ingenua mente, él no era un
hombre con títulos, honores o incluso con un nombre o un apellido auspicioso.
Él era una persona muy especial a quien ella llamaba "Papi". En ese título residía todo cuanto ella necesitaba
a su corta edad: amor, provisión, protección, diversión, seguridad y consuelo.
Para otros, él podía ser el "General"
o el "Señor"; para esta
pequeña él simplemente era "Papi".
¿Qué importancia tiene un
nombre? De acuerdo con el Diccionario Webster's, un nombre es "una distinción designada a una persona o
cosa". Describe el carácter, la cualidad, la posición, la ubicación y
la relevancia de cualquiera cosa a la que esté vinculado.
Por ejemplo, Jacob, que
significa "el que suplanta o engaña",
caracterizaba la naturaleza embustera de este hijo de Isaac, quien le robó a su
hermano y engañó a su padre para que le diera la bendición patriarcal que le
pertenecía a su hermano. Dios cambió el nombre de Jacob por Israel –"Dios gobierna" o "un príncipe de Dios"– después del
encuentro redentor de Jacob con Dios.
Un hijo de Finees, el
sacerdote, nació cuando el arca del pacto le fue robada a Israel en su derrota
a manos del enemigo. El arca era la habitación para que la gloria de la
presencia de Dios viviera en medio de ellos. De manera que su madre llamó al
bebé: Icabod, que significa "sin gloria". Su nombre describía el
trágico acontecimiento que ocurrió en el tiempo de su nacimiento.
José era un seguidor de
Cristo a quien los apóstoles llamaban Bernabé, que significa "hijo de consolación o ánimo"
(Hechos 4:36). Él vendió una propiedad y llevó el dinero a los apóstoles para
los necesitados (v. 37). Fue el primero en hacerse amigo de Saulo de Tarso –más
tarde llamado Pablo– cuando los demás apóstoles le temían.
Bernabé defendió a Saulo y
lo ayudó a convencer a las iglesias de que realmente se había convertido y que
ya no representaba un peligro para los creyentes. La vida de Bernabé reflejaba
el significado de su nombre, era conocido por animar y consolar a los
necesitados.
Dios se revela a nosotros
De la misma manera, Dios
revela su carácter en los nombres que se da a sí mismo. Su nombre predominante
es Jehová, el cual está escrito en La Biblia más de seis mil veces. Jehová
significa: Dios y Señor supremo, el verdadero Dios, Aquel "que existe".
Cuando Dios le dijo a
Moisés que liberara a Israel de Egipto, le ordenó que le dijera al pueblo:
"yo soy me envió a vosotros"
(Éxodo 3:14). En nuestra mente, "yo soy" necesita un calificativo,
una descripción limitativa que le siga al tiempo presente del verbo
"ser": yo soy. . . ¿qué? Al carecer de dicho calificativo debemos
entender que Dios no tiene límites, Él es el supremo: Creador, Dios, Señor,
Soberano del universo, entre otros miles "calificativos" que nos
revelan su carácter y naturaleza.
Asombroso es la única
palabra que puede describir a este gran e infinito Señor Dios, Jehová. Como
criaturas finitas, nos sentimos insignificantes e impotentes ante tal grandeza
infinita. Aunque Dios sea el gran yo soy, sin límites, puede parecer increíble
que prefiera que lo conozcamos como nuestro Padre.
Esta revelación de Dios
como nuestro Padre es el mayor entendimiento que podamos recibir de la
naturaleza del corazón amoroso de Dios. Su idea al crear a la humanidad, de
acuerdo con Las Escrituras, era tener una familia; hijos e hijas quienes
aprendieran a conocerlo como "Abba,
Padre": "Y ustedes no recibieron un espíritu
que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos
y les permite clamar: '¡Abba! ¡Padre!' El Espíritu mismo le asegura a nuestro
espíritu que somos hijos de Dios" (Romanos 8:15-16).
¿Qué padre cariñoso no
sufre cuando ve a su hijo en dolor, enfermo o afligido? Muchos han dicho que
estarían dispuestos a resistir lo que su hijo padezca en lugar de ver al
pequeño sufrir. ¿Cuánto más sufre el amor mismo –"Dios es amor", 1 Juan 4:8– cuando ve a sus hijos en aflicción?
Es lógico que yo soy tenga una solución para la desventura de sus hijos. Él
desea llenar nuestros corazones de su gozo.
Uno de aquellos maravillosos calificativos de yo soy que Dios le comunicó a
su pueblo Israel es Jehová Rafa
que significa: "yo soy Jehová tu
sanador" (Éxodo 15:26). Rafa significa "sanar" en el sentido
amplio, y puede referirse literalmente a ser el médico de los hombres, como lo
muestra en el pasaje al revelar primero su naturaleza sanadora. Asimismo, se
refiere a la sanidad de aflicciones individuales, de heridas nacionales, a la
restauración del favor, a la sanidad de aguas amargas y a la restauración hacia
la plenitud de cualquiera otra situación que así lo requiera.
F. F. Bosworth explica la
importancia del nombre de Dios para sanidad: "Jehová Rafa es el nombre dado para revelarnos el privilegio de ser
sanados como parte de nuestra redención. Este privilegio es comprado por la
expiación (…) Esto es tan sagrado y vinculante para cada iglesia hoy como las
ordenanzas de la cena del Señor y el bautismo cristiano. Jehová Rafa es uno de
sus nombres redentores, el cual sella su pacto de sanidad".
Usted no puede separar a
Dios de sus nombres y esperar conocer al Dios vivo, el yo soy. Él es quien dice
ser, sino no sería Dios. Y Él nunca cambia. Este principio, el de su
inmutabilidad, rechaza toda falsa afirmación de que Él pueda ser un tipo de
Dios en el Antiguo Testamento y otro en el Nuevo Testamento.
Más bien, entendemos que
la revelación mostrada de su persona, carácter y naturaleza fue parcialmente
revelada en el Antiguo Testamento. La naturaleza de Dios se mostró
perfectamente a través de su Hijo, Jesús, en el Nuevo Testamento. Jesús les
enseñó a sus discípulos que venía a revelar al Padre, pues dijo: "Si ustedes
realmente me conocieran, conocerían también a mi Padre. Y ya desde este momento
lo conocen y lo han visto" (Juan 14:7).
3. Oración familiar:
“Amado Señor y Salvador Jesucristo: Gracias por este nuevo día, por la vida, por todo lo que nos regalas y que, reconocemos, a veces no sabemos valorar. Como familia entregamos en tus manos todo—absolutamente todo—lo que vamos a hacer. Te rogamos que reveles tú gloria a nuestras vidas, para conocerte como realmente eres. Gracias por estar con nosotros siempre y por acompañarnos en la jornada que emprenderemos hoy. Amén”
© Debbie Marrie
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