Las Escrituras nos enseñan a seguir orando hasta que el milagro ocurra |
1. Lectura Bíblica: Mateo 15:21-28
2. Meditación familiar:
En Mateo 15:21-28 vemos la historia de la
mujer cananea que clama al Señor por la liberación de su hija. Vemos una mujer
de la que siempre resaltamos su fe, su manera de hablar, resaltamos lo que dijo
y resaltamos que clamaba; pero si miramos con detenimiento, casi vemos una
mujer que está fuera de control en su hablar.
Jesús
la manda a callar, y ella vuelve y abre la boca y vuelve a hablar. Jesús dice
otra cosa como para que se calle de una vez y ella vuelve a hablar.
Hay
momentos en nuestra vida que provocan que nuestro hablar y nuestro clamar no se
detengan.
Quizás hay situaciones que han callado tu
boca, pero ha llegado el momento en que comiences a hablar, y que abras tu boca
y comiences a declarar, porque algo va a suceder.
Hay
momentos y circunstancias que si no hay alguien que se pare y diga algo,
alguien que diga lo que tiene que decir en el momento que tiene que decirlo, con
la insistencia con la que tiene que decirlo, absolutamente nada va a suceder.
También,
hay momentos en que todo parece salir mal. Y muchas veces, ante esas
situaciones, tenemos la necesidad de hablar con alguien.
Tenemos
que entender que no podemos contarle todo a todo el mundo. El hecho de que
tengamos la necesidad de hablar con alguien no justifica que hablemos con las
personas incorrectas. Hay que aprender a quién le vamos a hablar, y qué vamos a
decir.
Insistimos:
Recuerde lo que hizo la mujer: perseveró. “—Es
verdad, Señor —respondió la mujer—, pero hasta a los perros se les
permite comer las sobras que caen bajo la mesa de sus amos. ”(Mateo
15:27. Nueva Traducción Viviente)
La
mujer cananea tenía claramente establecido con quién tenía que hablar. Vemos
claramente que ella en ningún momento se dirige a los discípulos, sino que va
directamente donde Jesús.
Tenemos que aprender a no desgastar
nuestras palabras en el lugar incorrecto. Muchas veces desgastamos nuestro
ánimo y nuestras energías porque no hablamos con las personas correctas.
La
mujer cananea fue directamente donde el Señor. Todas sus palabras fueron
dirigidas al lugar correcto, a la persona correcta, y utilizó las palabras
correctas: Hijo de David, Ten misericordia de mí. Y estuvo dispuesta a
insistir.
En
ocasiones, incluso en las iglesias, escasean las bocas que estén dispuestas a
insistir. Especialmente en iglesias en las que hay comodidades. De la misma
manera, hay naciones en las que la norma es que se vive bien, no hay gran
necesidad, por lo que no insistimos en clamar.
Nuestra
boca tiene que estar dispuesta a insistir. Se acabó el tiempo de callar, porque
hay situaciones en nuestra vida que no van a cambiar hasta que hablemos ante la
audiencia correcta, y la audiencia correcta para nosotros los creyentes es
Jesucristo, quien está presto a escuchar y a atender cada palabra que sale de
nuestra boca.
3. Oración familiar:
“Amado Señor Jesús, ayúdanos siempre a crecer en la fe. No permitas que las circunstancias diarias, en ocasiones adversas, nos lleven a dudar. Permítenos como familia, ir avanzando en la vida de fe, hasta que podamos—como tú lo deseas—que nos movamos en la dimensión de los milagros. Sometemos la vida en tus manos y entregamos delante de Tu Presencia la jornada de hoy, Amén”
Omayra Font
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