No hay laberinto en la vida al que no podamos encontrarle salida con ayuda de Dios |
1. Lectura Bíblica: Mateo
12:34-37
2. Meditación Familiar:
Rebeca se
dejó caer en la silla cuando el médico le dijo que, progresivamente, perdería
la vista. “Esa degeneración del sistema
visual, no tiene cura”, le explicó con la frialdad de quien manera muchos
casos así todo el día.
Si algo amaba
esta joven mujer, era disfrutar de todo cuanto le rodeaban: un atardecer junto
a la playa, una soleada mañana desde su casita de campo y hasta la figura de
los mimos que en un parque cercano a su trabajo, imitaban el caminar de los
transeúntes para ganarse unas monedas.
Su esposo
quedó atónito cuando la vio llegar a casa en un mar de lágrimas, sin querer
hablar. “Déjame sola”, le dijo y
cerró la puerta tras de si.
Rebeca se
aisló por un tiempo; un día, sin embargo, recordó que había creído en un Dios
de poder. Clamó a Él. Lo hizo con desesperación pero luego con esperanza. No
cesaba de hacerlo. Acompañaba sus oraciones de clases de lenguaje Brayle para
ciegos, que tomaba los sábados en la tarde.
Dios obró
sanidad en su vida. Aún ve, aunque con ayuda de lentes, pero aún así, el
glaucomatólogo no puedo menos que admitir que se trataba de un milagro.
Hoy dedica su
tiempo a enseñar a invidentes. Un problema, que ella creyó sin solución se
transformó en bendición y oportunidad de ayudar a otros, gracias a la
intervención de Dios. ¡Él transforma nuestros problemas en bendición!
Si
preguntamos a Dios cuál es su voluntad cuando atravesamos problemas, nos
responderá categóricamente que su propósito es que los enfrentemos y no que
salgamos corriendo, con lo que además de permanecer allí, lo más probable es
que las dificultades adquieran una nueva dimensiones y terminen por complicarse.
Si tenemos fe
en nuestro amado Padre celestial, podremos abordar cualquier inconveniente con
el convencimiento de que alcanzaremos la victoria. ¿De qué manera? Obrando como
Abraham quien creyó en Dios. Él estaba convencido—como debemos estarlo
nosotros—que el Señor “… crea cosas nuevas de la
nada.”(Romanos 4:17 b. Nueva Traducción Viviente)
En todo el
proceso debemos evaluar si con los labios confesamos fe
negativa, es decir, “No se puede”, “Imposible”,
“No resultará”; o por el contrario,
una fe positiva que profesa: “Con ayuda
de Dios este problema se puede resolver”.
Si
encontramos que hay una actitud que proclama fracaso en medio de la adversidad,
es necesario revisar qué guardamos en el corazón porque—sin duda—es lo que
confesaremos con nuestras palabras.
El Señor
Jesús enseñó: “… lo que está en el corazón determina lo que
uno dice. Una personas buena produce cosas buenas del tesoro de su buen
corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón.
Les digo lo siguiente: el día del juicio tendrán que dar cuenta de toda palabra
inútil que hayan dicho. Las palabras que digas te absolverán o te
condenarán.”(Mateo 12:34-37. Nueva Traducción Viviente)
Haga ese auto
examen con toda honestidad. Probablemente descubrirá que es usted y nadie más
que usted, por su incredulidad, quien agrava los problemas y no les encuentra
solución.
3. Oración familiar:
“Amado Señor y Salvador Jesucristo, te damos gracias hoy, como familia, por estar siempre con nosotros. Ayúdanos a comprender que los problemas no los vamos a resolver en nuestras fuerzas sino con Tú divina ayuda. Permítenos que las dificultades no nos roben la tranquilidad y podamos someterlas en Tus manos, en la certeza de que encontraremos salida al laberinto. Quédate con nosotros hoy. Amén”
© Fernando Alexis Jiménez
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