Dios es quien prospera nuestras metas y proyectos |
2. Meditación familiar:
Por Charles
Stanley con aportes de Fernando
Alexis Jiménez
María comenzó a jugar, inicialmente dominó. Luego
cartas. Finalmente en las maquinitas. Le atraían los juegos. Y no lo hacía por
diversión, sino por dinero. Inicialmente ambicionaba unas monedas, luego
billetes. Esa era la razón—según confesó después—de que el dinero no le
alcanzara. Sólo en Dios encontró la salida a su crisis financiera, producto de
la adicción al juego.
Un jovencito de apenas 17 años murió en una de las
populosas ciudades del Japón después de pasar 32 horas frente un computador,
prendido de los juegos electrónicos en línea. Los médicos diagnosticaron que
por cansancio. Él mismo no hizo más que consumir bebidas gaseosas, y nada de
alimentos. Sus ojos estaban vidriosos, enrojecidos, y perdió el sueño. Deseaba
seguir jugando y jugando, hasta que murió. La adicción a las competencias
on-line lo llevaron a la eternidad.
Éxito y dinero, dos ambiciosos que encierran infinidad
de seres humanos en el mundo entero, y por lo que están dispuestos a sacrificar
lo que sea. Olvidan que quien verdaderamente nos lleva al éxito es Dios mismo,
cuando le entregamos nuestros planes y proyectos, como dice la Biblia: “Entrega al Señor todo lo que haces; confía en él, y él te ayudará.”(Salmo
37:5. Nueva Traducción Viviente)
Le invito a considerar lo que enseña el reverendo,
Charles Stanley: “La creencia de que tener dinero equivale a tener éxito, es un
error generalizado. Éxito verdadero significa llegar a ser lo que Dios quiere
que uno sea, y hacer el trabajo que Él nos ha encomendado. Jesús dijo que el
hombre de Lucas 12 fue un necio, porque pasó su vida procurando tener riquezas,
pero no fue rico para con el Señor.
La actitud de idolatría por el dinero se revela por el
deseo insaciable de tener más. Así pues, siempre que la preocupación por el
dinero ocupa el primer lugar en nuestros pensamientos y comienza a dictar
nuestras metas y nuestros deseos, podemos saber que hemos sucumbido al pecado
de la avaricia. Angustiarse por el dinero es, en realidad, una señal de
advertencia de que no solo hemos puesto mal nuestras prioridades, sino también
una falta de confianza en Dios.
El dinero es muy importante para la vida, pero nunca
debe tomar un lugar más alto de lo que el Señor quiere. Todo le pertenece a
Dios. Nosotros somos simplemente mayordomos de todo lo que Él nos confía, y un
día daremos cuenta de cómo usamos lo que nos dio para administrar. Nuestra meta
no debe ser volvernos ricos, sino ser hallados fieles.
En su gran sabiduría, el Señor ha dispuesto un remedio
para nuestra tendencia a estimar demasiado al dinero. Darlo rompe las ataduras
de la codicia, nos enseña a confiar en el Señor y obedecerle, y es una
oportunidad por medio de la cual podemos acumular tesoros en el cielo.
Si su hambre por las riquezas de este mundo es más
grande que las riquezas de conocer a Dios, está subiendo por la escalera
equivocada del éxito.
3. Oración familiar:
“Amado Padre celestial,
gracias por guiar a nuestra familia en el camino apropiado. Hoy sometemos
nuestros planes y proyectos en tus manos, para que podamos obrar justamente.
Como familia, deseamos ser honestos, transparentes y comprometidos con nuestra
fe, en todo lo que hagamos: en el trabajo, en la escuela y en la relación que
tenemos todos los integrantes del hogar. Quedamos en tus manos hoy. Amén”
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