Los más perjudicados con el divorcio son nuestros hijos |
1. Lectura Bíblica: Malaquías 2:16; Marcos 10:9
2. Meditación familiar:
El divorcio jamás estuvo en el plan de Dios para la
familia. Fue el ser humano, producto de la dureza de su corazón, el que dio
lugar a esta figura y terminó legitimándola.
Cuando vamos a las Escrituras leemos que Dios dice: “«¡Pues yo
odio el divorcio! —dice el Señor, Dios de Israel—. Divorciarte de tu esposa es abrumarla
de crueldad —dice el Señor de los
Ejércitos Celestiales—. Por eso guarda tu corazón; y no le seas infiel a tu
esposa».”(Malaquías 2:16. Nueva Traducción
Viviente)
Pero hay que advertir algo más: el divorcio no es sólo
de cuerpos. También cuando hay un
distanciamiento de pareja, estamos dando lugar a una separación sutil que no
está dentro de los planes del Señor para nuestra vida. Recuerde que hay
matrimonios que viven bajo el mismo techo, pero están alejados el uno del otro.
Simplemente conviven.
La separación es dolorosa porque el Señor concibe que
haya unidad en los dos, tal como leemos a los expertos: “Dios sabe que como esposos necesitamos la compañía del otro... La
principal solución de Dios para la soledad del hombre es la unidad y el
compañerismo que proporciona un cónyuge. Cuando el esposo y la esposa se
distancian, están luchando contra el plan de Dios para el matrimonio y pierden
de vista la bendición de la unidad que Dios diseñó para ellos…”( Gary y Barbara
Rosberg. “Matrimonios a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg.
41)
Bajo ninguna circunstancia podemos resignarnos al
distanciamiento en la relación de pareja. Sufre cada uno los cónyuges, pero
además, sufren nuestros hijos. Distanciarnos el uno del otro es la principal
puerta que se le abre a la infidelidad, porque siempre habrá alguien pretendiendo entrar a nuestra vida. Y nuestro
adversario Satanás sabe aprovechar esas oportunidades.
Si encontramos que hay una desconexión emocional con
nuestro cónyuge, es tiempo de estar alerta. ¿Cómo lo descubrimos? Hay señales
que saltan a la vida, de las cuales comparto con usted algunas:
Sentir soledad a pesar de que nuestra pareja esté al
lado, pensar que no se habla el mismo idioma, experimentar cansancio hasta
entablar un diálogo, no entender al cónyuge o malinterpretar lo que nos dice
hasta el grado de pensar que nos está agrediendo con sus gestos o palabras,
dedicarse a algo o a alguien fuera de nuestro cónyuge, y por último, creer que
no hay oportunidad para la relación.
Téngalo presente: Dios desea nuestra unidad. Él dijo: “…que nadie separe lo que Dios ha unido.”(Marcos
10:9. Nueva Traducción Viviente)
Si está atravesando una situación de crisis, es
necesario hacer un alto en el camino. Volver la mirada al Señor en oración y
pedirle que sea Él quien ocupe el primer lugar en la relación. Dios nos ayuda a
superar las crisis y los períodos de conflicto que atravesamos. ¡Hoy es el día
para tomar esa decisión! Si aún Cristo Jesús no mora en su corazón, hoy es el
día apropiado para que le abra las puertas de su corazón.
5. Oración familiar:
“Amado Dios y Padre
celestial, te pedimos hoy que nos concedas sabiduría para mantener unas buenas
relaciones, la fortaleza para perdonar, la sabiduría para edificar a nuestros
hijos y la generosidad para apoyar a nuestra pareja cuando atraviesa momentos
difíciles. En tus manos sometemos cada día, te agradecemos las bendiciones y te
pedimos, nos sigas acompañando siempre. Amén”
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