El divorcio jamás ha estado en el plan de Dios para nuestras vidas |
1. Lectura Bíblica: Cantares 2:15; Génesis 2.18
2. Meditación familiar:
El divorcio dejó de ser una palabra que
pronunciaban horrorizados nuestros abuelos, comenzó a ser cercana para nuestros
padres y hoy es el término más usado cuando afloran problemas en los hogares.
La decisión de separarse no es algo que se toma en un
abrir y cerrar de ojos, sino que constituye una conjunción de hechos en los que
los componentes de la pareja—o al menos uno de ellos—ha experimentado
desilusión, desaliento, distanciamiento emocional y relacional, discordia y
finalmente, la separación.
Todo comienza cuando descubrimos que hay una enorme
brecha entre lo que anhelábamos de nuestro cónyuge, y lo que realmente es. Es
entonces cuando se produce la desilusión. En criterio de los especialistas: “Las desilusiones no se pueden evitar porque
el matrimonio es la colisión de dos perspectivas diferentes. Cada uno de los
cónyuges trae a la unión es trasfondo y las tradiciones de su propia familia,
una personalidad única, valores en alguna medida distintos… así como una carga
de expectativas diferentes. Si a esto le añadimos las diferencias fundamentales
entre el hombre y la mujer, tenemos todos los elementos para las potenciales
desilusiones de toda una vida.”( Gary
y Barbara Rosberg. “Matrimonios a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU.
2004. Pg. 37)
Es cierto, hay una enorme brecha entre lo ideal y lo
real en un matrimonio, pero es Dios quien desea que no solamente estemos
acompañados en la vida, sino que como pareja crezcamos, tal como lo dejó
establecido desde la creación del mundo, como leemos en las Escrituras: “Después, el Señor Dios dijo: «No es bueno que el hombre
esté solo. Haré una ayuda ideal para él».”(Génesis 2:18. Nueva
Traducción Viviente)
¿Qué es lo que espera nuestra pareja? Que alimentemos
los pilares en la relación, de los cuales relaciono a continuación algunos de
suma importancia: aprender a expresar amor a la pareja, comunicarse adecuadamente,
perdonar y saber pedir perdón en el momento oportuno, no guardarse secretos con
el cónyuge, ser constantes en edificar en la relación una comunicación e
intimidad física, emocional y espiritual, no perder en lo posible el sentido
del humor, saber vencer las tentaciones.
Si tomamos especial cuidado de examinar oportunamente
cómo va nuestra relación de pareja, podremos identificar oportunamente cuando
hay señales de peligro.
Cuando Dios instituyó el matrimonio, estaba pensando
en una relación permanente. Es cierto, no todo es color de rosa porque la unión
que anhelamos, aquella que creemos colma nuestras expectativas, demanda
compromiso, esfuerzo y perseverancia.
Las fricciones pueden ocurrir, pero no podemos permitir que las diferencias de
criterio minen la relación, tal como escribe el experto Gary Rosberg: “Aunque la discordia no es algo imposible de
revertir en un matrimonio, es muy peligrosa. A menos que la situación se atenúe
y los combatientes se desarmen, el sueño del amor verdadero muere con el tiempo
y el resultado es el divorcio emocional.”(Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonios
a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 48)
Cuando hay choques, no debemos permitir que prosperen.
Es necesario reconocer en qué hemos fallado, y disponernos a corregir los
errores.
Nuestro amado Dios quien no solo creó la relación
matrimonial sino que además está empecinado en afianzarla, advirtió a través
del rey Salomón: “Atrapen todos los zorros, esos zorros
pequeños, antes de que arruinen el viñedo del amor, ¡porque las vides están en
flor!”(Cantares 2:15. Nueva Traducción Viviente)
El amor no se puede deteriorar, porque permitimos que
se desmoronada progresivamente y se socavaran sus cimientos. Es a esos pequeños zorros a los que se refiere el
autor sagrado.
El desánimo llega cuando quizá pensamos que no hay razón
para seguir luchando. Es el fruto de la desilusión. Es la etapa en la que
generalmente miramos solamente lo negativo de nuestro cónyuge y consideramos
que no llena nuestras expectativas. Y se piensa en el divorcio, como quien
rompe un papel y lo arroja a la basura. Si lo permitimos se produce un
distanciamiento en dos direcciones: el primero, emocional. Creemos que ya
nada nos estimula y atrae de la pareja. El segundo es relacional, porque las
relaciones en el matrimonio se fraccionan y cualquier diálogo termina—por sencillo
que sea—en discusión.
3. Oración familiar:
“Amado Padre celestial, gracias porque eres el Dios de la familia. Tú creaste la relación de pareja y si lo permitimos, nos ayudas a que esa relación se afiance cada día más. Hoy te pedimos que nos ayudes a experimentar cambio, a reconocer cuando hemos cometido errores con nuestro cónyuge, y nos permitas tener la humildad suficiente para corregir las fallas. Quédate con nosotros hoy. Amén”
© Fernando Alexis Jiménez
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