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Oraciones elevadas, respuestas recibidas

Es importante que desarrollemos el principio de orar en familia

1. Lectura Bíblica: Hebreos 11:6; Santiago 4:2, 3

2. Meditación familiar:

Cuando oramos a Dios, sin duda lo hacemos porque deseamos que algo ocurra. Esa motivación que nace en lo íntimo de nuestro ser es la razón por la cual millares de hombres y mujeres se acercan al Señor. Quieren que se produzca –en la dimensión física—un cambio que puede ser llevar a la dimensión de lo posible, aquello que humanamente resulta imposible.
            Ahora, una pregunta que sin duda se formula es: ¿por qué hay algunas oraciones que no reciben respuesta?

            Para despejar ese interrogante es esencial tener en cuenta que cuando nos movemos y obramos en fe, honramos a Dios. Si deseamos ver milagros, es necesario que en nuestro ser haya fe. Creer, romper toda lógica humana, ver posible lo que el mundo considera imposible.
            El escritor bíblico lo expresa de la siguiente manera: “De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad.” (Hebreos 11:6)
            Por favor, observe que si procuramos que algo ocurra, debemos estar afincados en la fe, la convicción de que para nuestro amado Creador no hay límites.
            No obstante, hay quienes todavía no tienen claro que la oración puede desencadenar cambios, como explica el afamado autor y conferencista, John Maxwell: “Creo que las personas no dedican mucho tiempo a la oración porque tienen una falsa actitud en cuanto a ella. Algunos piensan que esto es algo que solo hacen las abuelas; o piensan en las sencillas oraciones que decían en su infancia, tales como: «Dios es grande. Dios es bueno. Demos gracias por nuestros alimentos. Amén», o «Ahora me acuesto a dormir…» Sin embargo, aun personas que tienen el genuino deseo de orar y han tratado de desarrollar una vida de oración, algunas veces tienen una idea equivocada en cuanto a ella. Piensan que para hacerlo tienen que aislarse por completo, arrodillarse, cerrar los ojos, juntar sus manos, etc. Toman consigo una lista de cosas por las cuales orar y la revisan metódicamente. Nada de eso es malo ni indebido, pero esa clase de vida de oración mecánica puede llegar a ser muy tediosa. Para la mayoría de las personas después de orar durante cinco minutos, no tienen más nada que decir, se frustran y entonces se sienten culpables por no tener una mejor vida de oración. Por eso no nos extraña que hayan tantos cristianos remisos a orar. Convirtieron la oración en algo formal, inflexible y muerto, lo que nunca fue la intención de ser. Cada vez que el mecanismo de la oración se interpone en interpone en nuestro amor hacia Dios, se convierte en un impedimento y no en una ayuda”(John Maxwell. “Compañeros de oración”. Editorial Caribe. EE.UU. 1998. Pg. 18)
            Haga un alto en el camino y pregúntese: Cuando oramos, ¿estamos convencidos de que Dios responderá? Si es así, ¿qué impide que los milagros ocurran y que lo imposible se haga posible?¿Acaso todavía no hemos aprendido a orar apropiadamente? Estos cuestionamientos son muy importantes, y a partir de un análisis honesto, nos arrojarán respuestas que nos permitirán aplicar correctivos a la apreciación que tenemos de la fe, o crecer en esa certeza de que al orar, algo ocurrirá.
            Tenga claro que no siempre nuestras oraciones reciben respuesta, y ese hecho tiene una clara explicación, y está relacionada con la forma como pedimos. El apóstol Santiago explica que al orar al Señor “Aun cuando se lo piden, tampoco lo reciben porque lo piden con malas intenciones: desean solamente lo que les dará placer.” (Santiago 4:2, 3)
            ¿Comprende la magnitud del asunto? Probablemente estamos pidiendo un auto último modelo, no porque lo necesitamos, sino porque deseamos lucirnos ante las amistades. Por favor, no me malentienda: No está mal pedir cosas mejores a nuestro Padre celestial, no que no está bien es que lo hagamos para satisfacer nuestro ego.
            Sobre esta base podemos concluir que Dios no responde a nuestras oraciones en parte, porque pedimos lo que no nos conviene.
            Recuerdo la historia de un hermano en la fe que le pedía a Dios una moto de alto cilindraje para ir al trabajo. Oró por mucho tiempo, hasta que el Señor le proveyó el vehículo. Esa fue la última vez que lo vimos en la iglesia. La pregunta es: ¿Acaso pidió lo que no le convenía? Lo más probable es que sí. Y nuestro Supremo Hacedor, en su infinita sabiduría, sabe cuándo concedernos las cosas.
Demos mirar entonces la oración no como la varita mágica para que lo que deseamos ocurra, sino como el camino de acercamiento a Dios y, si en ese proceso de ir a Su presencia, pedimos algo, tener la certeza de que Él en su voluntad nos responderá con aquello que nos conviene.
            Es esencial, entonces, re-definir el concepto de oración, como recomienda el autor y conferencista, John Maxwell: “Si podemos cambiar nuestras actitudes hacia la oración, es decir, pensar en ella como un proceso que edifica nuestras relaciones con Dios, y cultivamos un período diario de oración, podemos llegar a ser personas fuertes en ella. Y la vida de oración que desarrollemos tiene el potencial de transformar completamente nuestras vidas.”(John Maxwell. “Compañeros de oración”. Editorial Caribe. EE.UU. 1998. Pg. 19)
            El asunto no es buscar a Dios para exigirle sino para pedirle y disponernos a recibir lo que Él, en su infinito amor y sabiduría, quiera darnos. No exigir, insisto, sino pedir. Reconocer que Él en su infinito poder, sabrá cuando darnos o no darnos lo que pedimos. Recuérdelo siempre: Algunas veces Dios no responde a nuestras oraciones porque desea darnos algo mejor.
            Si no lo ha hecho, hoy es el día para que le abra las puertas de su corazón al Señor Jesús. Puedo asegurarle que no se arrepentirá. Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com o llamarnos al (0057)317-4913705
© Fernando Alexis Jiménez

3. Oración familiar:

Amado Dios y Padre, si algo queremos en nuestra vida familiar, es aprender a orar. Sólo Tú puedes ayudarnos. Comprendemos que a orar se aprende orando. Concédenos el valor y la sabiduría para perseverar en oración. Danos la capacidad para aprender a esperar en ti, hasta que vengan las respuestas a nuestras oraciones. En tus manos quedamos, Amén
© Fernando Alexis Jiménez

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