No podemos dejarnos arrastrar por el pecado, que es sutil cuando nos pone trampas |
1. Lectura
Bíblica: Hebreos 12:1;
Salmos 32:3-4
2. Meditación familiar:
Por Crhistopher Shaw, editor de
Desarrollo Cristiano
La Nueva Traducción Viviente traduce esta porción del
texto: «… quitémonos todo peso que nos impida
correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar…»(Hebreos
12:1. NTV).
La frase tan fácilmente nos hace tropezar me recuerda a una experiencia que tuve cuando niño. Debía someterme a una operación para que me quitaran las amígdalas. En ese tiempo no se utilizaba una inyección para dormir al paciente, sino gas. La sensación de ahogo que producía el gas inducía pánico en muchos niños, por lo que los médicos optaban por envolver en una sábana al paciente. De esta manera, el niño se veía impedido de moverse y arrancarse la máscara de la cara.
La frase tan fácilmente nos hace tropezar me recuerda a una experiencia que tuve cuando niño. Debía someterme a una operación para que me quitaran las amígdalas. En ese tiempo no se utilizaba una inyección para dormir al paciente, sino gas. La sensación de ahogo que producía el gas inducía pánico en muchos niños, por lo que los médicos optaban por envolver en una sábana al paciente. De esta manera, el niño se veía impedido de moverse y arrancarse la máscara de la cara.
El
término en griego tiene específicamente ese sentido: es como si nos
encontráramos envueltos en una sábana y nuestros movimientos se volvieran
limitados y trabajosos.
No le
resulta problemático al pecado entorpecer nuestro andar. Una vez que se sembró
la semilla del engaño en el corazón, la vida será dramáticamente alterada. Si
observamos lo que ocurrió después de que Adán y Eva tomaron del fruto
prohibido, tendremos una idea de cuán rápidamente se alteró su visión del
entorno, y aun de sí mismos. Conocieron que estaban desnudos, algo que hasta
ese momento no los había avergonzado. Inmediatamente se cubrieron. Dejaron de
ver a la otra como una persona confiable, y comenzaron a considerar a su pareja
como un rival. Tuvieron miedo y decidieron esconderse de Aquel que, hasta ese
momento, había paseado con ellos por el jardín de Edén. El pecado nos seduce
por la sutil diferencia que posee con la verdad.
La
facilidad con la que somos seducidos por el pecado es porque se construye sobre
sutiles distorsiones de la Palabra de Dios, y no en groseras manifestaciones
que abiertamente contradicen su Verdad. Observe con cuánta sutileza el enemigo
dialogó con Eva, para crearle confusión, y luego plantar la semilla de la duda en
cuanto a la bondad de Dios. Con cuánta sutileza el enemigo se enfrentó al Hijo
de Dios en el desierto, aun llegando a citar el texto de los salmos para
hacerle tropezar.
Si consideramos la analogía de la carrera que ha escogido el autor recordaremos que la ropa para maratones ha sido especialmente adaptada a la carrera. Es liviana y escueta. No ofrece resistencia para el atleta. Imaginemos lo que significaría correr la carrera con una pollera larga o con pantalones abultados. Nadie podría llegar lejos vestido de tal manera, por el esfuezo que representaría el uso de ropa tan inapropiada.
Si consideramos la analogía de la carrera que ha escogido el autor recordaremos que la ropa para maratones ha sido especialmente adaptada a la carrera. Es liviana y escueta. No ofrece resistencia para el atleta. Imaginemos lo que significaría correr la carrera con una pollera larga o con pantalones abultados. Nadie podría llegar lejos vestido de tal manera, por el esfuezo que representaría el uso de ropa tan inapropiada.
El
salmista describe con eficacia el efecto del pecado sobre nuestras vidas: «Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se
consumió, y gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre
mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano» (Salmo 32.3-4 - NTV).
No podemos darnos el lujo de convivir con el pecado. La confesión debe ser una
de las disciplinas que más frecuentemente practiquemos para estar limpios de
todo lo que impide el libre obrar de Dios en nuestras vidas.
3. Oración familiar: “
Amado Dios y Padre celestial, te
agradecemos que nos has ofrecido siempre una nueva oportunidad para empezar de
nuevo. Como familia, te pedimos que nos des la sabiduría suficiente y necesaria
para reconocer cuando enfrentamos el peligro de una trampa que nos lleva a caer
fácilmente en pecado. Tú eres quien nos ayudas a cambiar y a crecer. Sometemos
este día en tus manos en la seguridad de que nos das la victoria. Amén”
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