Si Dios gobierna el hogar, nuestra familia experimentará paz y armonía... |
1. Lectura
Bíblica: Colosenses 3:22-24;
Isaías 55:3, 6
2. Meditación familiar:
¿Ama usted a su familia? ¿Hasta qué punto? Esas dos
preguntas son determinantes. ¿La razón? Sólo hasta tanto tenemos claro cuánto
amamos a nuestra familia, podemos determinar, cuánto podríamos dar por ellos.
Nuestra
actitud es determinante. Cambiamos
nuestra perspectiva de la familia y comprendemos que no es una obligación
sino una bendición del Señor, y querremos dar lo mejor de nosotros para
nuestro cónyuge y los hijos. Cuando veo a mi esposa o esposo no como una pesada
carga sino como el privilegio de Dios para que tuviera mi complemento ideal, mi
perspectiva necesariamente cambia. Igual ocurre con nuestros retoños. Téngalo
siempre presente: son una bendición para nuestra existencia, y si les damos
algo, tiene que ser lo mejor de lo mejor.
Quizás
usted leyó el pasaje que está en Colosenses 3:22-24. Al estudiarlo quizá pensó:
“Eso no puede referirse a mí. Tengo un
trabajo (o un jefe, o un cliente) terrible. Le aseguro que el apóstol está
hablando a cada creyente. En su tiempo, el sirviente inferior de una familia
tenía la responsabilidad de lavar los pies sucios de quienes entraban en la
casa. Era un trabajo que lo exponía a toda clase de abusos. Pero Pablo dice: “Todo lo que
hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses
3: 23).
Los
creyentes sacan el mejor provecho de sus trabajos cuando asumen el papel de
siervos del Señor. Así es como Dios nos ve. Igual con el compromiso que asumen
con sus familias.
Aunque
vivimos en una sociedad que valora la independencia, nosotros tenemos que ser
diferentes y realizar el trabajo requerido, asumiendo compromiso en todas
esferas—laboral, eclesial, social y por supuesto, con nuestro cónyuge e hijos--.
La
única vez en que estamos autorizados a desobedecer y no dar lo mejor de lo
mejor, es cuando se nos pide que violemos la Palabra de Dios. Pero aun así, al
disentir debemos hacerlo con mansedumbre y autocontrol.
El
reverendo Charles Stanley Señala: “La
Biblia nos dice que los caminos de Dios no son los caminos del hombre (Isaías
55:8), y que tenemos al Señor Jesús como ejemplo: Él se hizo a sí mismo siervo
del Padre, y vino al mundo para morir por los pecados de la humanidad (Filipenses
2:5-7). El servicio obediente nos caracteriza como seguidores de Cristo y como
personas con influencia positiva sobre los demás.”
¿Y
qué de la familia? También a ellos debemos servirles. Recuerde siempre que la
transformación en nuestro hogar comienza con quienes asumimos el papel de cabezas principales, de líderes. Mi cónyuge
no cambiará y tampoco lo harán mis hijos, si primero no emprendo yo el proceso
de transformación personal y espiritual. Es una reacción en cadena, como el
efecto dominó.
¿Cómo podemos llevar a nuestra familia a una oración
comprometida y permanente? Viviendo nosotros mismos un proceso de crecimiento
espiritual. Podemos reñir con nuestro cónyuge y los hijos, pero jamás les
obligaremos a orar o buscar a Dios. En cambio si les enseñamos con nuestro
ejemplo, ellos lo harán. Es algo que se transfiere
cuando nos ven.
La
espiritualidad ha sido siempre un tema importante para los seres humanos. Pero
en los últimos años se ha vuelto cada vez más popular, ya que la gente está
tras la búsqueda de significado y propósito para sus vidas. Saben que si
permiten que Dios reine en sus vidas, vendrán poderosos cambios.
Lamentablemente,
muchas personas se han conformado con un camino espiritual superficial, exento
de compromiso, que confirme sus propias creencias, en vez de uno que ha sido
construido sobre la verdad —que puede realmente satisfacer los deseos de sus
almas. Lo que no entienden es que nunca encontrarán lo que están buscando, a
menos que se conviertan a Jesucristo.
Y
usted, ¿le ha abierto su corazón al mensaje y a la persona del Señor Jesús? Su
andar de fe se mantendrá bloqueado hasta que estas preguntas sean analizadas,
ya que solamente Cristo es el camino a una vida plena y abundante (Juan 10.10).
También recuerde lo que dice la Palabra transformadora de Dios: “Vengan a mí con los oídos
bien abiertos. Escuchen, y encontrarán vida. Haré un pacto eterno con ustedes. Busquen
al Señor mientras puedan encontrarlo; llámenlo
ahora, mientras está cerca. Que los malvados cambien sus caminos y alejen de sí
hasta el más mínimo pensamiento de hacer el mal. Que se vuelvan al Señor, para que
les tenga misericordia.”(Isaías 55:3, 6. NTV)
Tal
vez usted ha estado asistiendo a la iglesia por un tiempo, pero está comenzando
a sentir eso más como una obligación que como algo que aguarda con interés. Igual
se encuentra su familia. Si siente que está simplemente haciéndolo por inercia,
quiero darle un consejo: nunca deje de buscar a Dios. La palabra buscar implica
acción y esfuerzo. La búsqueda de Dios comienza con usted y seguirá su
familia. Eso significa que una relación con su Padre celestial no ocurrirá por
accidente. Se necesitan intencionalidad
y comunicación.
Cuando
nos esforzamos por buscar a Dios, comenzamos a sentir su presencia y a
comprender cada vez más cómo trabaja Él en nuestras vidas. Pero debemos
reconocer que, si bien tener comunión con Él es la manera más gratificante de
invertir nuestro tiempo, también nos dejará anhelando tener más.
No
permita que las circunstancias adversas sigan golpeando su vida, sin que al
menos, haya una disposición de cambio por su parte. Dios desea ayudarle en el
proceso. No es fácil, pero tiene dos elementos a favor: Dios le acompaña y el
proceso será enriquecedor para su existencia. Ábrale hoy las puertas de su
corazón a Jesucristo. No se arrepentirá.
Si
necesita que le ayudemos a interceder,
no dude en escribirnos ahora mismo a pastorfernandoalexis@gmail.com o llamar al (0057)317-4913705.
© Fernando Alexis Jiménez
3. Oración
familiar:
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