Dios nos llama a experimentar victoria en todo lo que emprendamos |
1. Lectura
Bíblica: Génesis 47:1-10
2. Meditación familiar:
La escena no pudo ser menos dramática. Ante el
fastuoso palacio de Faraón estaba Jacob. Los años se evidenciaban en su rostro
curtido y cruzado por arrugas, y por los pasos cortos que revelaban a un hombre
cansado.
Las
Escrituras relatan ese momento y lo que significó para quienes lo escucharon: “Y José trajo a su padre Jacob, y lo presentó al faraón. Y Jacob bendijo a Faraón. "¿Cuántos años tienes?"
Faraón le preguntó. Jacob respondió: "He viajado por esta tierra durante
130 años duros. Pero mi vida ha
sido corto en comparación con la vida de mis antepasados. " Entonces Jacob bendijo a Faraón
otra vez antes de salir de su corte.”(Génesis 47:7-10. NVI)
Le
invito para que se traslade imaginariamente a ese instante. ¿Qué habría pensado
usted al escuchar a Jacob? En su criterio, ¿era un perdedor o un fracasado?
Este
pasaje de las Escrituras grafica lo que ocurre con infinidad de personas en
todo el mundo que consideran su vida como una sucesión de obstáculos que no han
podido sortear adecuadamente. Esa es la razón por la que atribuyen a los demás
lo que les ocurrió: “Si hubiese tenido
estudio”, “Si hubiese conseguido un trabajo bien remunerado”, “Mi Dios me
hubiese dado otra esposa”. Y la lista de pretextos para haberse movido
siempre en el nivel de estancamiento podría ser interminable.
¿Acaso
es usted ese tipo de personas? Probablemente. Considera que el fracaso se debe
fundamentalmente a las circunstancias que le rodearon. Es mucho más fácil echarles
la culpa de nuestra derrota a los demás, que asumir la responsabilidad.
Si es
así, permítame decirle que está equivocado. Su triunfo o derrota no depende de
los demás. Usted tiene un papel muy importante en el proceso. Y el soporte
principal para dar pasos sólidos hacia la conquista de grandes metas y de la realización
plena, radica en movernos de la mano de Dios.
Al
referirse a lo que marca la diferencia entre un ganador y un perdedor, el
afamado conferencista, John Maxwell, anota: “¿Qué
es lo que destaca a los vencedores? ¿Por qué algunas personas alcanzan alturas envidiables
en tanto que otros caen estrepitosamente? Usted sabe de qué estoy hablando. Llámelo
suerte, bendición, «el toque del rey Midas», o como quiera. Pero la verdad es
que algunas personas parecen alcanzar cosas increíbles a pesar de lo difíciles
que parezcan: Su compañía terminó entre el cinco por ciento de las de más
ventas nacionalmente pese a haber perdido los mejores clientes. Encontraron
formas ingeniosas de aumentar las ganancias de su departamento a pesar de la
amenaza de recortes presupuestarios. Ganaron un título universitario mientras
criaban dos hijos siendo padres que no tenían a más nadie que les ayudara.
Descubrieron extraordinarias oportunidades de negocio mientras sus colegas
seguían buscando sin hallar. O ganaron premio tras premio en su organización a pesar
de lo que parecía una anémica labor de equipo. No importa la clase de trabajo
que hagan. Dondequiera que estén, pareciera que con su sola presencia hacen
realidad cualquiera cosa.”(John Maxwell. “El lado positivo del fracaso”.
Editorial Caribe. EE.UU. 2013. Pg. 5)
Nuestro
éxito no lo determinan la familia, la posición social, el que hayan salido al
paso buenas oportunidades o que en su vida no haya habido problemas. Su
victoria en todo lo que emprende se fundamenta en Dios, quien nos lleva siempre
a vencer los obstáculos, y a asumir usted mismo una actitud diferente ante los
tropiezos. Si los mira como gigantes, usted mismo los dimensionará hasta el
punto que le impedirán avanzar. Si Dios nos acompaña, nada podrá detenernos.
Es un
principio que aplica a su vida pero también al grado de influencia que usted
ejerce en su familia. Cuando dejamos que Dios renueve nuestro ser, nuestra
relación con la familia cambia—y ellos son el primer equipo de trabajo con el
que contamos--, las relaciones con otras personas mejoran, su perspectiva del
éxito y del fracaso será diferente porque abandonará el temor ante los hechos
imprevistos, y finalmente, esa disposición a ser un triunfador, terminará
ejerciendo influencia entre quienes le rodean.
Hoy
es el día para hacer un alto en el camino y revisar en qué ha fallado. En usted
hay un potencial ganador. Basta que reconozca que usted fue concebido para
triunfar, y que prendidos de la mano de Dios somos invencibles. Él y nosotros
hacemos el mejor equipo. Decídase por lograr lo mejor de la vida. Decídase por el cambio. Decídase por avanzar a
la realización plena.
El
primer y más grande paso es recibir a Jesucristo como Señor y Salvador, y el
segundo, caminar conforme a los principios que trazan las Escrituras. En ese
proceso, no deje de soñar. Siga conservando esos grandes anhelos. Sométalos en
manos de Dios (Salmo 37:3). Puedo asegurarle que no se arrepentirá.
© Fernando Alexis Jiménez
3. Oración
familiar:
“Amado Dios y Padre te damos
gracias porque nos concebiste para ser potenciales ganadores. Con tu ayuda, no
solo podemos superar los obstáculos sino además, salir victoriosos hacia la conquista
de nuestras metas. Es una disposición de corazón que deseamos conservar a nivel
personal y familiar. Te pedimos que en nosotros persista la disposición a
cambiar y crecer cada nuevo día. Sometemos este día en tus manos. Amén”
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