Haciendo un esfuerzo por el milagro
Si estamos orando a Dios, es necesario orar por ese milagro con perseverancia... |
1. Lectura Bíblica: Lucas 8:43-48
2. Meditación familiar:
La mujer estaba
desesperada. La ciencia no había podido resolver su problema. La hemorragia
aumentaba a pesar de los pronósticos de que disminuiría. Se miraba al espejo y
su rostro se veía cada vez más demacrado. En muchas ocasiones sentía que, como
consecuencia de la dolencia, las fuerzas la abandonaban. Es más, quiso morir
muchas veces, para no seguir sufriendo.
Sin embargo oyó que por
el lugar pasaba Jesús de Nazaret. Había oído que obraba milagros. Los enfermos
eran sanados y los cautivos recibían libertad. “¿Qué puedo perder si tan solo me acerco para pedirle mi sanidad?”,
razonó ella. Y se dio a la tarea de acercarse lo más posible cuando pasaba la
multitud.
El problema era cómo
acercarse. Decenas de personas estaban alrededor del Maestro. No iba a ser
fácil ganar su atención y decirle sáname. Por eso se fijó una meta, y
con esfuerzo y sobreponiéndose a los obstáculos, se acercó para tocar su manto
porque, sabía, algo iba a ocurrir.
La escena fue dramática
y conmovedora porque ella recibió la sanidad que anhelaba: “Una
mujer de la multitud hacía doce años que sufría una hemorragia continua y
no encontraba ninguna cura. Acercándose
a Jesús por detrás, le tocó el fleco de la túnica. Al instante, la hemorragia
se detuvo. «¿Quién me tocó?», preguntó Jesús. Todos negaron, y Pedro
dijo: —Maestro, la multitud entera se apretuja contra ti. Pero Jesús dijo: —Alguien me tocó a propósito, porque yo sentí que salió poder sanador
de mí. Cuando la mujer se dio cuenta de que no podía permanecer oculta,
comenzó a temblar y cayó de rodillas frente a Jesús. A oídos de toda la
multitud, ella le explicó por qué lo había tocado y cómo había sido sanada al
instante. «Hija —le dijo Jesús—, tu fe te ha sanado. Ve
en paz».”(Lucas 8: 43-48. Nueva Traducción Viviente)
Pregúntese por un
minuto, ¿cuántas veces renunció usted a un milagro? Se dio por vencido
fácilmente. Y si algo quiere Dios de cada uno de nosotros es que perseveremos
hasta el fin (Cf. Lucas 18:1)
3. Oración familiar:
“Amado
Señor Jesús, gracias por ocupar el centro de nuestro hogar. Sabemos que si tú
reinas en medio nuestro, veremos cosas grandes ocurriendo en cada uno de
nosotros. Entregamos nuestra existencia en tus manos y te pedimos que nos
ayudes a crecer en la fe. Tú eres nuestro ayudador. Obra milagros en medio
nuestro, como solo tú sabes hacerlo. Amén”
©
Fernando Alexis Jiménez
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