Es necesario renunciar a cualquier brote de envidia en nuestra vida |
1. Lectura Bíblica: Salmo 73:3; hebreos 13:5.
2. Meditación familiar:
Ruth se sintió molesta porque su
vecina acababa de hacerse un peinado y tintura de cabello, como ella había
querido siempre. “Lástima no haber tenido
el dinero; es que su marido sí tiene para darle gusto”, murmuró mientras
cerraba las cortinas. No podía soportarlo. La vecina se veía linda y Ruth, al
menos así lo creía, lucía desaliñada.
Sonia llegó a casa molesta. Su compañera,
Martha, tenía un celular último modelo, de los que salen en la televisión. Se
lo regaló su padre por ganar la asignatura de Cálculo. “Es la forma de estimularme a ser buena estudiante”, comentó la
chica. Sonia no cabía de la molestia. Ella debía conformarse con su dispositivo
electrónico del último año.
Tres casos aislados con un
denominador común. Lo viven infinidad de personas, quizá ahí donde usted se
desenvuelve. Es más, probablemente usted está enfrentando rabia, frustración y
la sensación de vacío porque las personas a su alrededor progresan más rápido o
tienen algo de lo que usted carece.
Quien se causa daño es la persona
que alberga este sentimiento. El rey David, que no fue ajeno a esa sensación
extraña, escribió: “Pero en cuanto a mí, casi perdí el
equilibrio; mis pies resbalaron y estuve a punto de caer, porque envidiaba a
los orgullosos cuando los veía prosperar a pesar de su maldad.”(Salmo 73:3. NTV)
No podemos medirnos a partir de
lo que otras personas tienen o que quizá consiguen. Es una sensación que
termina siendo destructiva. Usted y yo somos el principal referente, no los
demás. Si llegamos a un determinado nivel, lo más aconsejable es superar ese
punto alto. Usted y yo somos realmente el reto, lo que otros han logrado.
El afamado autor y conferencista,
Tim LaHaye, escribió: “…ocurre que la
mayor parte de las veces somos injustos al hacer una comparación, pues
comparamos un área débil de nuestra personalidad con el área fuerte del otro.
El establecer comparaciones es una práctica maligna que debe ser desechada,
puesto que no conocemos las debilidades de los demás, y por esa razón nuestra envidia
dirige el interés casi exclusivamente en el descontento.”(Tim LaHaye. “Cómo
vencer la depresión”. Editorial Vida. EEUU. 2013. Pg. 51)
Somos usted y yo quienes debemos
superarnos a nosotros, no a otras personas. Es diferente que nos inspiremos en
alguien para llegar a una meta determinada, y otra bien distinta que
experimentemos envidia.
El autor de la carta a los
Hebreos escribió: “No amen el dinero; estén contentos con lo
que tienen, pues Dios ha dicho: «Nunca te fallaré. Jamás te abandonaré»”(Hebreos
13:5. NTV)
Traslade esta pauta de vida a su relación familiar o en la forma como
interactúa con compañeros de trabajo o en la iglesia. No podemos sentirnos
inferiores a nadie ni competir innecesariamente para superarlos. El reto
verdadero somos usted y yo. Es nuestro propio nivel el que debemos rebasar.
Ser mejores esposos, mejores padres, mejores empleados, mejores servidores
en el Reino de Dios. Ser mejores en todo, pero a partir de lo que ya hemos ido
avanzando. Recordemos lo que escribe el autor sagrado: “Estén contentos con lo que tienen”. Dios nos ha dado y nos dará
mucho más, en la medida que aprendamos a confiar en Él, y demos pasos firmes
para superarnos.
A propósito, ¿mora Cristo Jesús en su vida? Hoy es el día para que le abra
las puertas de su corazón. Le aseguro que no se arrepentirá, porque prendidos
de la mano de Dios, alcanzamos siempre nuevos niveles de crecimiento personal y
espiritual.
Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com
o llámenos al (00579317-4913705
© Fernando Alexis Jiménez
3. Oración
familiar:
“Amado Dios y Padre, gracias
porque diariamente y con tu ayuda, experimentamos crecimiento. Es por tú gran
misericordia y apoyo que vamos avanzando en el proceso de crecimiento. Danos
Señor la oportunidad de seguir experimentando esos cambios en nuestra vida
personal y familiar, y permítenos desechar todo asomo de envidia hacia los
demás. Sabemos que, con tu respaldo, podremos seguir mejorando diariamente como
hijos tuyos. Amén”
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