Es tiempo de evaluar cómo anda nuestra relación familiar |
1.
Lectura Bíblica: Salmo 37:1-7
2. Meditación familiar:
No podía conciliar el sueño. Eran las tres de la
madrugada, y no hacía otra cosa que dar vueltas en la cama. Lo intentó una vez
más, miró el reloj y se dio por vencido. Sobre la ciudad, tachonada de luces
como un cielo poblado de estrellas, soplaba una suave brisa. Darío se asomó a
la ventana y dejó que lo bañara el fresco del amanecer. ¿Encontraría solución
para sus problemas? Probablemente, pero si había alguna, no sabía dónde
encontrarla.
Su esposa Laura llevaba
una semana en casa de sus padres. De paso, se había llevado los dos hijos
pequeños. No quería saber más de él. “Además
de que andas coqueteando con todas las mujeres, mira: Ni siquiera llegas
temprano a casa. Todo tu tipo lo inviertes en trabajar”, le gritó en medio
de lágrimas mientras subía al auto con los pequeños.
Las cosas no iban bien
en lo personal. Tenía problemas con su jefe inmediato. Incluso, ese día
tuvieron un cruce de palabras. ¿De dinero? Mal. Compromisos con los amigos,
beber los fines de semana y hasta apostar
en el fútbol le tenían al borde de la ruina.
¿Había alguna salida al
laberinto? Miró la Biblia que su esposa leía con regularidad. Estaba en la
mesita de noche. Decidió curiosear. Y abrió un pasaje que impactó su vida: “Quédate quieto en la presencia del Señor,
y espera con paciencia a que él actúe. No te inquietes por la gente mala que
prospera, ni te preocupes por sus perversas maquinaciones.”(Salmo 37:7. NTV)
Una y otra vez miró las
líneas. En pocos minutos las memorizó. Las repetía despacio. ¿Podría Dios
ayudarle? En sus palabras, con algo de incoherencia, habló con el Señor. Lo
hizo con sinceridad. Y sintió descanso.
Dos días después decidió
llamar a Laura. Había orado una y otra vez y sintió que ella le daría la
oportunidad de regresar. Al comienzo ella estaba muy seca, es más, un poco
reacia. Lo revelaba el tono de su voz. Finalmente le dejó una luz de esperanza:
“Si veo que realmente has cambiado, hablamos.
Quiero ver tus cambios”, insistió.
El cambio fue
progresivo. En ese momento, cuando estaba en medio del laberinto, fue que
decidió buscar a Dios. ¡Y lo encontró! Su vida experimentó progresivos cambios.
Esperó en el Señor. Aprendió a hacerlo, porque reconoció que en sus fuerzas no
cambiaría ni recuperaría a su familia. Dejó que Su Hacedor obrara. Y Él sí sabe
cómo hacerlo.
Darío y Laura regresaron
al mismo techo. Él reconoció que su familia valía la pena. Hoy tiene un gran
compromiso con ellos. No desperdicia tiempo para reunirse con su cónyuge y sus
hijos. “Todo comenzó a cambiar, hasta en
el trabajo”, reconoce este abogado que vive de manera diferente hoy.
El pastor Charles
Stanley recomienda: “Por medio del
Espíritu Santo, tenemos acceso al poder divino cada minuto del día. Si
renunciamos a tener el control, y dependemos del Señor, seremos capaces de
encontrar la fortaleza que solo Él puede dar. Entonces, si nuestros familiares
o nuestros amigos nos hieren, su presencia nos dará consuelo y ayuda para
perdonarles.”
Todas las personas
podemos cambiar. Basta que nos sometamos en manos de Dios. Él nos ayuda. No
estamos solos en el proceso. Hoy es el día para que tome la decisión. Usted
mismo experimentará una vida plena y en su hogar, todos se lo agradecerán.
Decídase por Cristo. Le aseguro que no se arrepentirá.
Si no ha recibido a
Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Le aseguro que no
se arrepentirá. Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirnos a webestudiosbiblicos@gmail.com
© Fernando Alexis Jiménez
3.
Oración familiar:
“Amado
Padre celestial, te damos gracias por esta nueva oportunidad de vivir.
Reconocemos que si tu reinas en nuestro hogar, los problemas por grandes que
parezcan, se pueden resolver. Nos sometemos en tus manos porque sabemos que
eres sabio y nos das sabiduría para encontrar sabiduría en medio de los
conflictos. Sometemos nuestras vidas en tus manos. Amén”
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