Si le permitimos a Dios que reine en nuestro hogar, sin duda experimentaremos crecimiento familiar |
1.
Lectura Bíblica: Salmo
11:5; Proverbios 17.14; 1 Pedro 3:7
2. Meditación familiar:
Las heridas que produce la
violencia intrafamiliar marcan para siempre. En el caso de que el
comportamiento violento sea recurrente, los chicos al llegar a la edad de la
adolescencia, tienen un riesgo mayor de
involucrarse en problemas de delincuencia, drogas, alcohol y conductas sexuales
inadecuadas.
El siquiatra especializado en
infancia, Omar Fernando Salazar Corrales, explica que: “La experiencia del maltrato puede hacer que el niño crezca con muchos
miedos, lo que le priva de emprender relaciones y actividades nuevas; se tornan
inseguros, pasivos, retraídos y con temor al fracaso o se genera en ellos temor
a la crítica o desaprobación de los padres. Otra posible consecuencia son los
sentimientos crónicos de tristeza y vacío y síntomas depresivos que pueden
obligar tratamiento por parte de profesionales… También el maltrato puede traer
como consecuencia una escuela de estrés post traumático, mediante el cual a
través de pesadillas puede revivir la situación… Este trastorno puede aparecer
años o incluso décadas después del maltrato recibido…”(Omar Fernando Salazar
Corrales. Artículo “Maltrato infantil: Un trauma que deja huella”. Revista
Salud y Familia. Cali-Colombia. Página 19)
Una de las secuelas tristes es
que los hijos de hogares donde prevaleció la violencia intrafamiliar, tienden a
repetir el mismo patrón de comportamiento. ¿La razón? Los cinco primeros años de la vida dejan una marca
imborrable para toda la vida, para bien o para mal. Por eso, el privar a un
niño de amor es como privar de fertilizante a un árbol que empieza a crecer,
pero el golpearlo es como echarle veneno, lo va a terminar de matar
psicológicamente y emocionalmente, o mejor va a crecer herido de muerte.
Lo grave del asunto es que el menor no puede defenderse,
como tampoco la esposa que es blanco de la violencia por parte de su
marido. En el caso de los niños, su
mente apenas empieza a desarrollar ciertos mecanismos de defensa para poder
filtrar y analizar lo que ve y oye. Su mente es como una esponja: recibe todo.
No tiene capacidad para decir esto es verdad o no es verdad, lo que dicen es
justo o injusto.
Por eso los mensajes- en este caso los golpes—les marcan
para siempre. Conforme van creciendo, buscan alguna salida para “anestesiarse” del dolor que les produce
el maltrato, de ahí los comportamientos de riesgo a los que se ven abocados. No
olvide que todos tenemos una necesidad
innata de recibir amor. Si los hijos reciben de sus padres amor, crecerán y se
desarrollarán psicológicamente sanos.
Quien propicia la violencia intrafamiliar, en este caso
el maltratador, si dispone su corazón para Dios, puede cambiar. Recuerde que
generalmente es una persona aislada, no tiene amigos cercanos, sufre de celoso
(celotipia), y baja autoestima que le ocasiona frustración; debido a eso se genera en actitudes de
violencia.
El proceso de cambio comienza cuando, quien maltrata,
reconoce su error pese a que la violencia doméstica no siempre resulta fácil de
definir o reconocer. Si lo hace, el proceso de traer bienestar a su familia
llevará a cambios en las relaciones que ayudarán a subsanar el daño causado.
Recuerde que si el cónyuge maltratado permanece a nuestro
lado, obedece a varias razones. Una de ellas, el temor al qué dirán cuando
amigos y familiares se enteren de la situación. La otra, algo que se conoce
como co-dependencia. A pesar de que la situación es grave, no quieren que los
hijos crezcan sin alguno de sus padres, les preocupa no poder mantenerse a sí
mismos y a sus criaturas, se creen culpables o, simplemente, tienen esperanzas
de que el problema mejore. No obstante, a menos que Dios reine en la familia,
es improbable que suceda.
Quien nos conoce hasta en la fibra más íntima, es
nuestro amado Dios. Él nos hizo, conoce nuestros defectos y puede ayudarnos a
cambiar. Recuerde lo que escribe el salmista: “El Señor examina tanto a los justos como a los
malvados y aborrece a los que aman la violencia.”(Salmo 11:5. NTV)
Nuestro amoroso Padre celestial conoce todo lo que hay
dentro de nosotros, y también, cuando nos dejamos arrastrar por la violencia
sin hacer el más mínimo esfuerzo por controlarla. Cuando nos disponemos para
cambiar, Dios nos ayuda.
Uno de los pasos esenciales es aprender a controlar
nuestras reacciones airadas: “Comenzar una
pelea es como abrir las compuertas de una represa, así que detente antes de que
estalle la disputa.”(Proverbios 17:14. NTV)
Nadie puede argumentar que haya pedido a Dios la
fortaleza para cambiar un comportamiento violento y no lo haya obtenido, porque
si algo quiere el Señor, es ayudarnos en el proceso de transformación personal
y espiritual.
Además, leemos en las Escrituras que nuestro Padre
celestial desea que le prodiguemos un trato amoroso a los miembros de la
familia: “De la misma manera, ustedes maridos, tienen
que honrar a sus esposas. Cada uno viva con su esposa y trátela con
entendimiento. Ella podrá ser más débil, pero participa por igual del regalo de
la nueva vida que Dios les ha dado. Trátenla como es debido, para que nada
estorbe las oraciones de ustedes.”(1 Pedro 3:7. NTV)
Jamás olvide que si permitimos a nuestro amado Creador
que gobierne la familia, no solamente lograremos superar las crisis sino que,
además, alcanzaremos estabilidad, armonía y paz interior. No estamos solos.
Nuestro Padre amoroso desea ayudarnos en el proceso.
No deje pasar este día sin que le abra las puertas de
su corazón a Jesucristo. Le aseguro que no se arrepentirá. Si tiene alguna
inquietud, escríbanos a webestudiosbiblicos@gmail.com
o llámenos al (0057)317-4913705
© Fernando Alexis Jiménez
5. Oración familiar:
“Amado Dios, como padres de
familia reunidos hoy alrededor de Tú Palabra, pedimos que nos concedas la
sabiduría necesaria para reconocer cuando hemos incurrido en violencia
intrafamiliar, nos permitas corregir los errores y subsanar el daño que le
hemos provocado al cónyuge o a los hijos. Te pedimos, oh Dios, que nos des la
humildad necesaria para pedir perdón a quien hemos causado mal, y para asumir
con ellos, una actitud distinta, en las que prodiguemos amor, comprensión y
tolerancia. Sometemos en tus manos a nuestras familias. Amén”
© Fernando Alexis Jiménez
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