¿Hemos renunciado a nuestros sueños? |
1.
Lectura Bíblica: Romanos
12:1, 2
2.
Meditación familiar:
El día que Bryne Ganey, residente en Moncks
Corner, Estado de Carolina del Sur, se miró al espejo muy lentamente—como quien
quiere tomar conciencia de que la realidad de cuanto refleja ese cristal—no
puedo menos que concluir que había cruzado la frontera. Estaba pesando 261
kilogramos.
Todo comenzó cuando literalmente se desenfrenó
al consumir comidas rápidas para aprovechar al máximo su horario de trabajo. Se
saltaba el desayuno, consumía cuanto vendían en la calle, no dejaba por nada
del mundo la pizza como ‘‘postre’’
que pasaba con una bebida gaseosa de 3.5 litros.
“Él era
muy consciente de que tenía un problema”, asegurar el joven “Estaba fuera de control”. Y así
prosiguió su alocada carrera hasta que sufrió una embolia pulmonar, es decir,
un coágulo de sangre que había viajado a sus pulmones, bloqueando su flujo de
oxígeno.
Hoy en día, Bryan, de 39 años, cuenta su
historia desde el asiento del conductor de un auto en el que no habría entrado
hace dos años. Compra ropa en grandes almacenes, compra un asiento de avión en
lugar de dos y duerme toda la noche.
“Lo mejor
de todo el peso que he perdido es despertarme cada día y darme cuenta de que ya
no peso 261 kilogramos”, dijo con una sonrisa. “Las mayores recompensas son las más pequeñas”.
Se fijó la meta de disminuir su peso corporal, y
lo logró. Perdió 59 kilogramos en los primeros seis meses, y luego bajó otros
63 kilos más durante el transcurso del siguiente año. Con 1.72 metros de estatura,
Bryan ahora pesa poco menos de 136 kilogramos.
“Resulta
que realmente es cierto. Si usas más energía de la que consumes, perderás peso”,
escribió Bryan en una nota que publicó CNN. Ahora es muy cuidadoso acerca de lo
que pone en su boca: se niega a alejarse de las carnes magras, vegetales y
frutas que él mismo prepara. Hace entre cinco y seis comidas al día, cada dos o
tres horas. Mide sus porciones para que el número total de calorías diarias
llegue a las 2,500.
Infortunadamente hoy día, si hay algo de lo que
carecemos, es de metas específicas. Todo obedece a la improvisación, incluso
los alimentos que consumimos. No sacamos tiempo para evaluar cómo tratamos
nuestro organismo, que como anota el apóstol Pablo, es templo del Espíritu Santo
(1 Corintios 6: 19).
Bryan reconoce que ‘‘La comida está en todas partes’’. No obstante, su horizonte de vida
lo lleva a pensar que tiene mucho por vivir y que, si sigue en esa carrera
alocada por vivir el momento, no pasará de los cincuenta años.
Si amamos a Dios, cuidamos nuestro cuerpo en su
integralidad, como forma de honrar a nuestro Creador: ‘‘Así que, hermanos, os ruego por las
misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este
siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento,
para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios agradable y perfecta.’’
(Romanos 12: 1-2)
La alimentación sana también es asunto de los
cristianos. El problema radica en que no asumimos decisiones radicales. Y si lo
hacemos, duramos poco tiempo en la dirección que emprendimos, porque luchamos
en nuestras fuerzas y somos proclives a volver atrás.
Bryan comprobó que se puede. Él y muchas otras
personas encuentran en Dios, el poder sobrenatural que les ayuda a vencer por
encima de la inclinación a renunciar ante los primeros obstáculos.
“Creo que lo que se pierde en los anuncios y
en todo lo que se ha escrito acerca de la pérdida de peso es que si la gente lo
hace sencillo, todos pueden hacerlo. Usted puede cambiar tu vida”, explica
este hombre que rebasó metas que para muchoa resultaban imposibles. Actualmente
pierde mensualmente 3 kilogramos. En Dios encontramos la fuerza para vencer (Filipenses
4: 13)
Por favor, piense
también que esta enseñanza aplica a su familia, a la forma como compartimos con
ellos hábitos alimenticios. Como padres nos asiste la responsabilidad de ayudar
en su alimentación. Es algo que jamás podemos olvidar. Debemos ser responsables
también en esto.
Tenga presente que el mejor paso que toda
persona puede dar, es recibir a
Jesucristo como Señor y Salvador. Si Él mora en su corazón, imprimirá una nueva
dinámica en su existencia y le ayudará en el proceso de crecimiento personal y
espiritual.
3.
Oración familiar:
“Dios de
los cielos, te damos gracias como familia en este día porque siempre aprendemos
algo nuevo. Tú nos concedes el poder para cambiar, para crecer y también, para
brindar ejemplo. Si en algo estamos fallando, por favor muéstranoslo. Sometemos
nuestra jornada de hoy en tus manos.”
© Fernando Alexis Jiménez
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