Perseverar en oración para que los
milagros ocurran
Sólo cuando oramos, las circunstancias se modifican porque Dios obra milagros de manera poderosa.... |
Fernando Alexis Jiménez
C
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on frecuencia
me escriben con un interrogante: ¿Hasta cuándo debo orar por un milagro? Y la
respuesta invariable, como se lo escribí a Nancy Antoy, de ciudad de México, es
“Hasta que el milagro ocurra”.
Ella tiene una hija de
veintidós años, con cáncer. Pasa días y noches enteras en el hospital donde la
chica recibe tratamiento. En alguna oportunidad los especialistas le dijeron
que no siguiera anidando esperanzas, que la enfermedad había causado daños
irreversibles. Ella seguía clamando…
La joven experimentó
mejoría y no murió el día que dijeron los médicos. Por el contrario, inexplicablemente para la ciencia,
recobró fuerzas. Todos sabemos que no es otra cosa que la respuesta de Dios al
clamor de una mujer que confía que algo ilógico—proveniente de Dios—romperá
la lógica que manejan los facultativos.
Nancy encarna a
infinidad de hombres y mujeres en todo el mundo que están clamando por un
milagro y, por momentos, se sienten desanimados. ¿Deberían renunciar? Por
supuesto que no. Orar con insistencia toca las fibras más sensibles de nuestro
amado Dios. Claro, Él desea lo mejor para nosotros, pero es cuando perseveramos
que probamos la clase de fe que nos asiste, si es real o sólo motivada por una
necesidad.
Comparto con usted tres
ejemplos específicos de personas reales que perseveraron hasta el final, hasta
que el milagro se produjo:
Hacer un esfuerzo por
el milagro
La mujer estaba
desesperada. La ciencia no había podido resolver su problema. La hemorragia
aumentaba a pesar de los pronósticos de que disminuiría. Se miraba al espejo y
su rostro se veía cada vez más demacrado. En muchas ocasiones sentía que, como
consecuencia de la dolencia, las fuerzas la abandonaban. Es más, quiso morir
muchas veces, para no seguir sufriendo.
Sin embargo oyó que por
el lugar pasaba Jesús de Nazaret. Había oído que obraba milagros. Los enfermos
eran sanados y los cautivos recibían libertad. “¿Qué puedo perder si tan solo me acerco para pedirle mi sanidad?”,
razonó ella. Y se dio a la tarea de acercarse lo más posible cuando pasaba la
multitud.
El problema era cómo
acercarse. Decenas de personas estaban alrededor del Maestro. No iba a ser
fácil ganar su atención y decirle sáname. Por eso se fijó una meta, y
con esfuerzo y sobreponiéndose a los obstáculos, se acercó para tocar su manto
porque, sabía, algo iba a ocurrir.
La escena fue dramática
y conmovedora porque ella recibió la sanidad que anhelaba: “Una
mujer de la multitud hacía doce años que sufría una hemorragia continua y
no encontraba ninguna cura. Acercándose
a Jesús por detrás, le tocó el fleco de la túnica. Al instante, la hemorragia
se detuvo. «¿Quién me tocó?», preguntó Jesús. Todos negaron, y Pedro
dijo: —Maestro, la multitud entera se apretuja contra ti. Pero Jesús dijo: —Alguien me tocó a propósito, porque yo sentí que salió poder sanador
de mí. Cuando la mujer se dio cuenta de que no podía permanecer oculta,
comenzó a temblar y cayó de rodillas frente a Jesús. A oídos de toda la
multitud, ella le explicó por qué lo había tocado y cómo había sido sanada al
instante. «Hija —le dijo Jesús—, tu fe te ha sanado. Ve
en paz».”(Lucas 8: 43-48. Nueva Traducción Viviente)
Pregúntese por un
minuto, ¿cuántas veces renunció usted a un milagro? Se dio por vencido
fácilmente. Y si algo quiere Dios de cada uno de nosotros es que perseveremos
hasta el fin (Cf. Lucas 18:1)
Perseverar aunque los demás se opongan
Cuando usted está
clamando por un milagro, invariablemente siempre encontrará personas alrededor
que desean desanimarlo o los que se especializan en apagar el mover divino en
nuestra existencia. Son los hombres y mujeres que le dirán: “Ese milagro es imposible”. Y cabe
preguntarse: ¿Está bien dejarse arrastrar por ese escepticismo?
Al respecto el autor y
conferencista, Wesley L. Duewel escribió: “La
oración que prevalece es aquella que obtiene la respuesta que buscaba. Se
sobrepone a la demora, a la oposición y a las circunstancias desfavorables. Con
frecuencia incluye la dirección del Espíritu en la forma en que se debe orar y
la profundización que Él obra en el deseo que usted tiene de recibir respuesta
a la oración. Incluye la acción del Espíritu de otorgarle poder a su oración y
de fortalecer su fe hasta que usted reciba la respuesta de Dios”( Weslet L.
Duewel. “La oración poderosa que prevalece”. Editorial Unilit. EE.UU. 1995. Pg.
9)
Dios espera que siempre perseveremos en oración hasta que los milagros se produzcan.... |
Perseverar fue lo que
identificó al ciego Bartimeo, el hombre que menospreciaban por que estaba
siempre junto al camino, viviendo de la caridad de los demás. Lo único que
poseía era una capa para cobijarse. Era su bien más preciado. Y anhelaba un
milagro. Por ese motivo cuando se enteró que Jesús el Señor pasaba por el
lugar, pidió que le sanara.
Las personas cercanas le
instaban para que callara “…pero él gritó
aún más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Cuando Jesús lo oyó, se
detuvo y dijo: «Díganle
que se acerque». Así que llamaron al ciego. «Anímate —le dijeron—.
¡Vamos, él te llama!». Bartimeo
echó a un lado su abrigo, se levantó de un salto y se acercó a Jesús. —¿Qué quieres que haga por ti? —preguntó Jesús. —Mi Rabí —dijo el hombre ciego—, ¡quiero ver! Y Jesús
le dijo: —Puedes irte, pues tu fe te ha sanado. Al
instante el hombre pudo ver y siguió a Jesús por el camino. “(Marcos 10:48-52.
Nueva Traducción Viviente)
¿Imagina usted qué había
ocurrido si él desiste?¿ Si tan solo se deja arrastrar por los que pretendían
callarle o minar su fe? Sin duda, nada habría ocurrido. El milagro no se
hubiese producido. Pero Él fue persistente, como debemos serlo usted y yo. No
dejar de perseverar ante Dios hasta que el milagro se produzca.
Dios honra nuestra fe y
hace milagros de manera sorprendente. Ése es el Dios en el que hemos creído: un
Dios de milagros y de poder sin límites, que valora la perseverancia en la
oración.
No renuncie hasta que no alcance su objetivo
Nadie podía imaginar la
terrible situación de aquella mujer con su hijita. La joven llevaba varios años
poseída por un demonio. No permitía siquiera que conciliaran el sueño porque
sus gritos, que podían escucharse a varias casas de distancia y que provocaban
angustia por lo desgarradores. ¡Deseaba tanto ser libre!
Jesús iba de camino, por
la región de Tiro. Y como es natural, cuando la madre oyó que pasaba por el
lugar, hizo lo que cualquier madre por un hijo: se esforzó hasta el final, sin
importarle las consecuencias. Incluso, se arrojó a los pies del Maestro.
Las Escrituras relatan
que “… ella le suplicó que
expulsara al demonio de su hija. Como la mujer era una gentil, nacida en
la región de Fenicia que está en Siria, Jesús
le dijo: —Primero debo alimentar a los hijos, a mi propia
familia, los judíos. No está bien tomar la comida de los hijos y
arrojársela a los perros. —Es verdad, Señor —respondió ella—, pero hasta
a los perros que están debajo de la mesa se les permite comer las sobras del
plato de los hijos. —¡Buena respuesta! —le dijo Jesús. Ahora vete a tu casa,
porque el demonio ha salido de tu hija. Cuando ella llegó a su casa,
encontró a su hijita tranquila recostada en la cama, y el demonio se había ido”(Marcos
7:26-30. Nueva Traducción Viviente)
Permítame aquí hacer un
énfasis: No importan las circunstancias
y que todo parezca estar en contra. Es necesario perseverar hasta que el
milagro ocurra. Dios no se molesta porque usted y yo somos perseverantes en lo
mismo. Tenga claro que, si es la voluntad del Señor, ese milagro ocurrirá. Nada
impedirá que vea la respuesta poderosa del amado Señor.
El autor y
conferencista, Wesley L. Duewel enseñó: “La
oración que prevaece es tan sencilla, que hasta un niño puede obtener poderosas
respuestas –con frecuencia en un sorprendente corto tiempo--. Aún los nuevos
cvreyentes oran a veces con tanta fe y con tal ayuda del Espíritu, que los
maduros santos de Dios se maravillan y no pueden menos que alabar a Dios por
las respuestas obtenidas”( Weslet L. Duewel. “La oración poderosa que
prevalece”. Editorial Unilit. EE.UU. 1995. Pg. 10)
No podemos dejar de
orar. Perseverar, esa es la clave. Si estamos firmes, siempre en clamor por el
milagro, sin duda se producirá. Dios responde con poder a nuestras oraciones,
pero en ese proceso, Él valora que no nos demos por vencidos sino que
perseveremos. Ese tipo de oraciones tienen eco en el corazón de Dios.
Sin duda usted está
necesitando un milagro y hoy es el día para que comience a pedirlo delante de
Dios.
Y a propósito de Dios,
¿Ya le abrió las puertas de su corazón al Señor Jesús? Hoy es el día para que
lo haga. Él desea entrar en su vida y obrar de manera especial. Basta que usted
se rinda en Su Presencia y le permita que haga de usted una persona nueva.
Decídase hoy por Cristo. Ábrale las puertas de su corazón.
Si tiene alguna
inquietud, por favor no dude en escribirme a webestudiosbiblicos@gmail.com o
llámenos al (0057) 317-4913705
©
Fernando Alexis Jiménez
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