¿Las palabras
influyen en nuestras oraciones?
¿Ha pensado que muchas de nuestras oraciones terminan siendo vana repetición de palabras? |
Fernando
Alexis Jiménez
Roberto
argumentó que Dios no escuchaba sus oraciones y, literalmente, no volvió a
hacerlo. “Pareciera que Dios se olvidó de
mí”, argumentó como sustento para su decisión de no seguir clamando.
Algunas de sus peticiones –dijo—jamás habían tenido eco. “Mis oraciones no pasaban del techo de la casa”, se quejó.
Él
no es el único. Posiblemente usted se encuentra en una situación similar.
Considera que no vale la pena seguir orando. ¿Le ha ocurrido alguna vez? Lo
embargó el desánimo y quizá la frustración.
Este
principio se encuentra ilustrado en la enseñanza que impartió el Señor Jesús y
que recoge Mateo 6:5-8. La vana palabrería era propia de los religiosos de la
época y también de los gentiles que así lo hacían con sus dioses y al comenzar
a reconocer al Dios del cielo, creían que el ritualismo y el hablar y hablar
haría que las cosas sucedieran.
Le
invito a revisar ese poderoso texto bíblico: “Y
orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su
palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro
Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.”(Mateo
6: 8)
Cuando
tomamos conciencia de la poderosa enseñanza que encierra este pasaje, sin duda
nos vemos avocados a revisar qué tipo oraciones elevamos delante del Señor.
Dios
nos ama, atiende nuestro clamor, pero como Padre amoroso espera que seamos
directos, puntuales. Hablar y hablar no lleva más que a un desgaste personal.
Dios está atento a la disposición del corazón, no a lo mucho que le decimos en
procura de algo en particular.
© Fernando Alexis Jiménez
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