La verdadera oración comienza con un
corazón dispuesto
Fernando Alexis Jiménez
E
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s cierto que pasaba tiempo en oración. Lucía se
esforzaba. Doblaba rodillas ante la presencia del Señor, hablaba y hablaba pero
al paso de pocos minutos, parecía que no sabía qué más decir. Y cuando su clamor
sobrepasaba los diez minutos, invariablemente concluía con la palabra “Amén” y
se levantaba con una extraña sensación de vacío.
La oración es la puerta de entrada a la dimensión de los milagros... |
En la iglesia se sentía muy orgullosa de su
espiritual. Había leído todos los libros que llegaban sobre oración e
intercesión, y creía saber mucho del asunto. Y sin embargo, le molestaba
aquella mujer que se hacía tres sillas detrás, que no hablaba muy bien el
español, tenía una Biblia muy vieja y parecía
tener algo especial. Algo inexplicable.
Ese hecho le llevó a un profundo auto-análisis y a
preguntarle a Dios qué estaba pasando porque deseaba orar como Él quería que se
hiciera…
Ayuno y
oración conforme a la voluntad de Dios
Con frecuencia quienes desean
alcanzar un alto grado de espiritualidad al margen de Dios, pretenden llevar
una vida llena de ejercicios como oraciones específicas y ayunos de determinada
manera y pretenden que las personas alrededor hagan lo mismo. ¿Es eso lo que
Dios quiere, meramente señales externas? Sin duda que no. Nuestro amoroso Padre
celestial espera que haya disposición de corazón pero también fidelidad a Él y
sujeción para ser transformados.
El profeta Isaías escribió: “¡Háblale a mi pueblo Israel de sus pecados! Sin
embargo, ¡se hacen los piadosos! Vienen al templo todos los días y parecen estar
encantados de aprender todo sobre mí. Actúan como una nación justa que nunca
abandonaría las leyes de su Dios. Me piden que actúe a su favor, fingiendo que
quieren estar cerca de mí. “¡Hemos ayunado delante de ti! —dicen ellos—. ¿Por
qué no te impresionamos? Hemos sido muy severos con nosotros mismos, y ni
siquiera te das cuenta”. »¡Les diré por qué! —les contesto—. Es porque ayunan
para complacerse a sí mismos. Aun mientras ayunan, oprimen a sus trabajadores.
¿De qué les sirve ayunar, si siguen con sus peleas y riñas? Con esta clase de
ayuno, nunca lograrán nada conmigo. Ustedes se humillan al hacer penitencia por
pura fórmula: inclinan la cabeza como cañas en el viento, se visten de tela
áspera y se cubren de cenizas. ¿A eso le llaman ayunar? ¿Realmente creen que
eso agrada al Señor? »¡No! Esta es la clase de ayuno que
quiero: pongan en libertad a los que están encarcelados injustamente; alivien
la carga de los que trabajan para ustedes. Dejen en libertad a los oprimidos y
suelten las cadenas que atan a la gente. Compartan su comida con los
hambrientos y den refugio a los que no tienen hogar; denles ropa a quienes la
necesiten y no se escondan de parientes que precisen su ayuda.”(Isaías 58:1-7.
Nueva Traducción Viviente)
Dios no necesita de hombres y mujeres
que posan de espirituales sino de personas sinceras, que se humillan en Su
Presencia, que se acercan a Él en procura de ser movidos a nuevos niveles de
crecimiento. Sometimiento a la transformación, he ahí el centro del asunto.
Uno puede lucir muy consagrado
exteriormente, pero si no hay transformación interna, no estaremos más que
viviendo bajo auto-engaño.
Ahora piense en quienes ayudan
como si fuera un martirio. Tremendo error. Debe ser un gozo, de lo contrario,
usted no lo hará por convicción sino por obligación. ¡Eso no es lo que Dios
quiere!
Consagración o religiosidad
¿Es usted un verdadero hombre o
mujer de oración? Eso lo determina cómo está su corazón. Recuerde que hay
quienes creen estar orando, pero lo que quizá hacen es repetir palabras sin
fundamento alguno.
El autor cristiano, Edward
McKendree Bounds escribió: “El hombre
tiene el deber de orar, y se necesita un verdadero hombre para hacerlo. Se
necesita un hombre piadoso para que se entregue enteramente a la oración. La
oración llega muy lejos en su influencia y en los efectos de la gracia. Es un
asunto intenso y profundo que se refiere a Dios y a sus planes y propósitos, y
requiere una persona íntegra y sincera para hacerlo. No basta aquí con
esfuerzos mediocres, ni en el corazón, el intelecto o el espíritu, pues éste es
un asunto serio, importante, celestial. Hay que poner en él todo el ser,
corazón, mente y espíritu, pues afecta poderosamente el carácter y el destino
de los hombres”( Edward McKendree Bounds. “Los fundamentos de la oración.
Editorial CLIE. España. 2008. Pg. 13)
Ser un hombre o mujer de oración
demanda convicción que es el primer paso a la consagración. No basta mostrarnos
súper espirituales, es necesario ser
espirituales, que es bien distinto.
Un ejemplo claro lo ofreció el
Señor Jesús en la parábola del fariseo y el publicano, que encontramos en Lucas
18:9-14. Relata el texto que: “Luego Jesús
contó la siguiente historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia
rectitud y despreciaban a los demás: «Dos hombres fueron al templo a orar. Uno era fariseo, y el otro era
un despreciado cobrador de impuestos. El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración:
“Te agradezco, Dios, que no soy un pecador como todos los demás. Pues no
engaño, no peco y no cometo adulterio. ¡Para nada soy como ese cobrador de
impuestos! Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos”.”(Lucas
18:9-12. Nueva Traducción Viviente)
El religioso, por sus disciplinas
espirituales y el conocimiento que tenía de las Escrituras, creía que era muy
espiritual e incluso, se atrevía a mirar por encima del hombro a otras
personas. ¡Cuidado con esa actitud! Usted se puede estar encaminando al fracaso
espiritual.
¿Se agrada Dios de tal
espiritualidad? Es evidente que no. Dios reclama humildad, sujeción,
disposición de corazón.
Duele profundamente que haya
quienes creen que sólo en su congregación hay salvación. Desestiman a otros
siervos o siervas del Señor que le buscan con sinceridad. ¡Dios no viene por
una denominación sino por una iglesia viva, entregada a Él, consagrada en Su
Presencia!
El publicano, en cambio, más que
espiritual, se sentía alguien necesitado de Dios y estaba dispuesto al mover
del Señor, tal como continuó relatando el Señor Jesús: “En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni
siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que
golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: “Oh, Dios, ten compasión de
mí, porque soy un pecador”. Les digo que fue este pecador —y no el fariseo— quien regresó a su
casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán
humillados, y los que se humillan serán exaltados».”(Lucas 18:13, 14. Nueva Traducción Viviente)
Observe por favor al cobrador de
impuestos o publicano. Ni siquiera levantaba la mirada. No se auto-justificaba.
Simplemente estaba rendido a Dios. Esa es la disposición que debemos tener
cuando oramos. Rendirnos a Él, en Su
Presencia.
No todos reciben la plena aceptación
Es muy probable que a gran
cantidad de los religiosos que ve a su lado—sí, los mismos que se congregan en
las iglesias—no los veamos en la eternidad. ¿La razón? Su espiritualidad es
externa, no interna; es lo que ven los demás, no lo que hay en el corazón. No
basta con decir: “Paso mucho tiempo en
oración”. Es necesario vivir esa oración. Entrega, disposición, consagración a Dios.
Escuchemos al Señor Jesús: “No todo el que me llama: “¡Señor,
Señor!” entrará en el reino del cielo. Solo entrarán aquellos que
verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. El día del juicio,
muchos me dirán: “¡Señor, Señor! Profetizamos en tu nombre, expulsamos demonios
en tu nombre e hicimos muchos milagros en tu nombre”. Pero yo les
responderé: “Nunca los conocí. Aléjense de mí, ustedes, que violan las leyes de
Dios”.”(Mateo 7:21-23. Nueva Traducción Viviente)
¿Se da cuenta? Es necesario que
un distintivo identifique nuestra vida espiritual: hacer la voluntad de Dios.
Es cierto, orar, pero en la voluntad del Señor. Es lo que marca la diferencia.
Haciendo una breve síntesis: No
todos los que dicen estar en la Presencia de Dios, verdaderamente lo están.
Puede que estén mostrando una espiritualidad superficial. Cuando estamos ante
Él, debemos asumir una disposición plena, de hablarme pero también, de permitir
que trate con nuestro ser. Y por último, hacer Su voluntad. Es entonces cuando
nuestras oraciones tienen verdadero poder.
Le animo a orar. Considero que es
uno de los ministerios más importantes de la Iglesia. Pero unido a esto, que
viva a Cristo. Que su espiritualidad no se circunscriba a meras palabras, sino
a una vivencia constante.
A propósito: ¿Ya recibió a
Jesucristo como Señor y Salvador? Hoy es el día para que lo haga. Recuerde que
tomados de Su mano poderosa emprendemos el maravilloso camino hacia el
crecimiento personal y espiritual. Ábrale las puertas de su corazón.
Si tiene alguna inquietud, no
dude en escribirme a webestudiosbiblicos@gmail.com o llamarme al (0057) 317-4913705
© Fernando Alexis Jiménez
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