La fuerza transformadora del
perdón
Dios nos acompaña en el proceso
de perdonar a quienes
nos causan daño...
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Fernando
Alexis Jiménez
Q
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uien odia, vive en una
cárcel permanente que le impide disfrutar una vida plena. El resentimiento le
persigue como una sombra donde quiera que vaya. No siente paz. Y si, además,
encuentra cerca a la persona causante de su dolor, la agonía personal y espiritual
será mayor, porque deseará cobrar venganza por el daño que le causaron.
La única salida a ese estado desesperado, es abrirle las
puertas de su vida a Dios para que sea Él quien le de esa fuerza poderosa y
transformadora para perdonar. Dios sí puede y quiere hacerlo.
Es esencial que
cambiemos nuestra concepción y sentimientos hacia quienes consideremos nuestros enemigos. El Señor Jesús en los
versículos 27 y 28 de Lucas 6, el Señor Jesús hizo énfasis en cuatro
fundamentos hacia quienes nos causan daño: amen, hagan el bien, bendigan y
oren.
Detrás del perdón hay un
poder eficaz, así no lo entendamos (Lucas 6: 29, 30). Encontramos al menos tras
aspectos de resaltar: el primero, la paz para nuestra alma cuando perdonamos;
el segundo, que no podemos esperar que el mundo cambie si no comenzamos, y el
tercero, que debemos ser nosotros quienes demos el paso hacia el perdón.
Amando al prójimo testimoniamos
nuestra fe. Perdonar no es una opción sino una obligación (Lucas 6:35) y, si no
perdonamos, transgredimos la Ley de Dios (Lucas 6:36). Tenga presente que
amando y perdonando al prójimo, recibimos bendiciones, como enseñó el Señor
Jesús: “... y será grande vuestro galardón...”
Si limitamos el perdón,
limitamos a Dios porque Dios nos ofrece la capacidad de perdonar siempre.
Científicos han
atribuido al odio y al rencor, múltiples enfermedades, muchas de las cuales se
manifiestan en el cuerpo. Y lo más sorprendente, cuando el enfermo perdona, su
afección desaparece con mayor eficacia que si hubiese recibido la dosis del
mejor antibiótico disponible en el mercado. Perdonar trae bien a nuestras almas
y nos acerca a Dios, quien por amor y para perdonar al mundo, envió a su Hijo
Jesucristo a morir en la cruz.
Antes de concluir, una
pregunta: ¿Ya recibió a Jesucristo como su Señor y Salvador? Hoy es el día para
que lo haga…
©
Fernando Alexis Jiménez
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