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Clame hoy a Dios por ese milagro...

Clame hoy a Dios por ese milagro…

Fernando Alexis Jiménez

S
onia se asomaba todos los sábados en la mañana, presa de la curiosidad que le despertaban los centenares de peregrinos que recorrían de rodillas la plazoleta adoquinada, hasta la basílica en la que se honraba la imagen del que pretendía ser el “Señor de los milagros”.
Si tan solo nos atrevemos
a creer, Dios hará posible
lo imposible...
Los milagros ocurrirán...
Muchos de ellos venían desde muy lejos, habían cubierto a pie la enorme distancia que los separaba de Guadalajara de Buga y llevaban ofrendas que entregaban en el altar, después de lastimar sus coyunturas con el piso duro de tierra cocida. Invariablemente pedían la intervención de Dios. Regresaban a sus casas, tiempo después, bajo el convencimiento de que algo especial ocurriría. Pero nada pasaba. Todo seguía igual.

Sonia los veía una y otra vez. Anhelaba gritarles—desde cuando era niña—que no perdieran el tiempo. Sin embargo sabía que dejarse arrastrar por los impulsos, acarrearía un tremendo castigo de sus padres, devotos católicos que no faltaban a misa de domingo.

Aprovechando la ausencia de ellos, iba donde la vecina evangélica. Nadie en el barrio le hablaba. La calificaban de hereje. Y de haber estado en vigencia la inquisición, seguramente habrían preparado de buen gusto una pira de leña para quemarla en medio del parque.


Ya adulta y agobiada por una enfermedad dolorosa, que su médico dijo “solamente puede sanarse si te operamos”, volvió a acordarse de las imágenes de los peregrinos y también de la fe protestante recibida a escondidas de manos de una vecina. Y fue a Jesucristo en oración, con fe. Él respondió con la sanidad. Era la única salida porque ella y su esposo a duras penas conseguían lo del diario vivir en la plaza de mercado de la ciudad.

El verdadero Dios... los verdaderos milagros...

Es innegable que hoy día muchas personas experimentan los efectos de la autosugestión. En particular cuando acuden a imágenes religiosas o tal vez piden ayuda de las fuerzas ocultistas, consideran que ya recibieron sanidad pero –por el contrario—siguen enfrentando las mismas dolencias que reaparecen tiempo después.

Cuando acudimos al Señor Jesucristo las cosas son diferentes, como lo relata el Evangelio: “Cruzaron el lago y finalmente llegaron hasta Genesaret. Cuando la gente de allí reconoció a Jesús, mandaron a decir a toda la región que Jesús había venido. Empezaron a traerle  a los enfermos. Le rogaban que los dejara tocar aunque fuera el borde de su manto. Los que tocaban su manto quedaban sanos”.(Mateo 14:34-36. La Biblia, la Palabra de Dios para todos).

El amado Hijo de Dios tiene poder para sanar. Así lo comprobaron los moradores de aquel poblado. No son los fetiches ni las creencias. Es la fe real en Aquél que todo lo puede.

Aquellos que tenían algún mal en su cuerpo, pedían que tan solo dejara tocar “el borde de su manto”. Les asistía el convencimiento de que serían sanados, como en efecto ocurría. Igual usted. Puede ser libre de toda atadura de enfermedad. Deseche todo prejuicio y vaya a Cristo en clamor. Él responderá. ¡Su milagro ocurrirá!

No deje pasar este día sin tomar la mejor decisión de su vida: recibir a Jesucristo como Señor y Salvador de su vida. ¡Su existencia será transformada!

Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirme a pastorfernandoalexis@hotmail.com o llamarme al (0057)317-4913705.

© Fernando Alexis Jiménez

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